miércoles, 18 de julio de 2012

La cuestión nacional desde la óptica imperialista española


Este mes de julio publicamos un interesante documento para enriquecer el marxismo-leninismo andaluz. Se trata de la Tesis sobre las nacionalidades, emanadas de la III Conferencia de la Oposición Comunista de España, publicada en la revista Comunismo en abril de 1932. El documento de la organización de Andrés Nin es toda una exhibición de lugares comunes con respecto al nacionalismo español "de izquierda". 80 años después muchos de los argumentos que escuchamos hoy día los encontraremos aquí.

Entre ellos la crítica por "pequeños burguesas" a las organizaciones revolucionarias de ámbito nacional, en este caso al Bloque Obrero y Campesino de Maurín. Crítica que sin duda está motivada por la denuncia que hizo esta organización (entonces llamada Federación Comunista Catalano-Balear) en 1931 ante el Comité Ejecutivo de la III Internacional del españolismo manifiesto del PCE. En ella el BOC se declaraba "ardiente defensor de la independencia de Cataluña, Euskadi, Galicia y Andalucía".

O la ignorancia absoluta de la realidad política, económica y nacional andaluza. Hasta el punto de atribuirle al nacionalismo andaluz posibilidades de convertirse en "baluarte del agrarismo feudal imperante en la región". Cómo bien sabemos las clases dominantes si analizaron con mayor rigor el programa revolucionario del nacionalismo andaluz. Análisis que se sintetizó en el fusilamiento de Blas Infante a manos del fascismo "por formar parte de una candidatura andalucista y revolucionaria".

Otra muestra más de la esterilidad de los análisis sobre las naciones oprimidas desde la postura y la perspectiva de una organización que asume el marco imperialista español de extracción de plusvalía como legítimo.





TESIS SOBRE LAS NACIONALIDADES 

(Adoptadas en la 3ª Conferencia de la Oposición 
Comunista de España, Primera de la Izquierda 
Comunista Española) 
Marzo 1932

I
En el tiempo transcurrido desde la  última conferencia de la Oposición
Comunista de España se han desarrollado de tal forma los problemas que
plantea la revolución española que la realidad histórica obliga, en buena
lógica, a hacer algunas rectificaciones, si no de fondo en algunos, como en
el problema de las nacionalidades, por lo menos de forma y de táctica. En
el proyecto de tesis sobre la cuestión de las nacionalidades, aprobado por
unanimidad en la conferencia de junio de 1931, se estudian los problemas
nacionales que tiene planteados España de una manera uniforme y sin
establecer diferencias entre ellos. La experiencia nos ha demostrado que los
comunistas no podemos afrontarlos todos con el mismo criterio. Hay que
hacer distinciones y distinciones tan sustanciales que nos llevan a
conclusiones totalmente opuestas. Cada uno de los casos tiene tan distinta
génesis y tan distinto desarrollo y fundamento que equipararlos sería un
error en el cual, como comunistas, no podemos de ningún modo caer.

II
La emancipación nacional es una de las reivindicaciones de la democracia,
y por esto el proletariado no puede desentenderse de ella. La emancipación
nacional, como las demás conquistas de la democracia, no puede ser
alcanzada más que por la acción de las grandes masas populares dirigidas e
impulsadas por el proletariado. España es, en la Europa occidental, el país
económicamente más atrasado, y en ella conviven  las más opuestas
economías. Esta es la causa de que en el transcurso de siglos no haya
podido asimilar, ni económica ni culturalmente, los distintos pueblos que en su origen la formaron al constituirse como una sola unidad política. 


Mientras una parte del estado, la menos extensa, se veía impulsada por el
camino del progreso capitalista, otra  parte, la más importante y, por
desgracia, la que tenía el predominio político, permanecía en un estado
agrario semifeudal, ligado fuertemente a la existencia de la monarquía y de
la iglesia. Este desequilibrio tenía que producir  forzosamente una lucha
entre la parte más avanzada y la más atrasada, en la que a la vez coinciden,
y no por casualidad, puesto que históricamente existen razones para que sea
así, la existencia de pueblos de lengua e idiosincrasia distinta dentro de la
unidad política española. Sin embargo, los dos resurgimientos nacionales
de España no tienen ni las mismas características ni el mismo significado.
Es eminentemente democrático y progresivo uno, el catalán; el otro, el
vasco, es, por el contrario, eminentemente regresivo.

III
Cataluña, en el conjunto del estado  español, representa la parte más
avanzada y progresiva. La burguesía catalana, a la pérdida de las últimas
colonias de América, reconociendo el valor impulsivo del resurgimiento
catalán y tomándolo de manos de poetas y soñadores, hizo de él un arma
para amenazar y sacar ventajas para  sí a la Monarquía, que tenía su
principal asiento en el atraso en que vivía y vive la mayor parte del estado,
parte de él sumido aún en un semifeudalismo que impide todo progreso
democrático. El capitalismo catalán, debido sin duda a lo poco sólidos que
son los cimientos de una industria que no tiene raíces naturales en el país,
sino más bien nacida de una voluntad tenaz y de la necesidad imperiosa de
no perecer como pueblo, por mediación de su partido representativo (la
Lliga), olvidó pronto su misión de democratizar el estado, y a cambio de
concesiones que le permitieran subsistir y progresar mediocremente como
clase, dispuesta a no perder su influencia en la dirección del estado, relegó
las aspiraciones nacionales de Cataluña a segundo término. Esta posición
de la gran burguesía catalana contribuyó a desplazar el movimiento
nacional hacia la izquierda, dando la  hegemonía a la pequeña burguesía,
que lo radicalizó y le dio un contenido revolucionario.

IV
Esta etapa del movimiento nacional catalán desempeña un gran papel en el
movimiento revolucionario español, e incluso sus jefes, Macià
especialmente, llegan a ilusionar no sólo a las masas de Cataluña, sino a
buena parte de las masas revolucionarias pequeñoburguesas y proletarias
del resto de España. En este sentido, las masas de la CNT, mientras sus
dirigentes amenazaban con oponerse hasta con las armas  en la mano al
movimiento separatista catalán, comprendían su papel mucho mejor que
sus jefes, aunque lo comprendían de una manera inconsciente y poniendo 3
en ello ilusiones que habían de ver  defraudadas. Era evidente el impulso
que daba a la revolución española  el movimiento nacional catalán,
radicalizado por la pequeña burguesía dirigida por Macià, el cual, como
había sido predicho por los comunistas, había de traicionar sus propios
ideales entregándose sin condiciones al gobierno central, continuador en
este aspecto, como tantos otros, de la labor de la caída Monarquía.

V
Hoy con República, como ayer con  Monarquía, el problema nacional
catalán significa un impulso hacia adelante en la revolución democrática.
Aun hoy, después de la caída de la Monarquía, el resurgimiento nacional de
Cataluña representa la lucha de la parte más avanzada de España contra la
más atrasada; significa la lucha de la democracia contra la parte feudal del
estado. Los comunistas tenemos el deber de defender incondicionalmente
el derecho de Cataluña incluso a su independencia; pero al mismo tiempo
debemos denunciar a las masas el papel de traición que los dirigentes de la
pequeña burguesía juegan en esta lucha por la independencia nacional de
Cataluña. En la actualidad, la traición que han llevado a cabo Macià y sus
partidarios es indudable, y ha sido denunciada por algunos de los mismos
que ayer le seguían. Pero a Macià, en su mismo papel, han de sustituirle
otros que fueron sus partidarios y que todavía están más próximos a la clase
obrera y no del todo faltos de prestigio entre las masas proletarias y las
masas más proletarizadas de la pequeña burguesía de  la ciudad y del
campo. Esto representa un verdadero peligro para la revolución.

VI
No puede tampoco la oposición seguir  a los dirigentes del BOC en su
inconsciente política nacionalista que  tantos elementos de la pequeña
burguesía les atrae, y los cuales ven en el BOC no el partido de clase, el
partido comunista, sino el partido  catalán, que “va más lejos en su
separatismo”. Esta política debe ser  implacablemente condenada por la
izquierda comunista, pues podría hacer creer a parte del proletariado que su
emancipación depende sólo de la  emancipación nacional de Cataluña, y
esto no es cierto. Esto lo saben muy bien los jefes del BOC, que en aras a la
popularidad abandonan la  ruta del comunismo. La emancipación del
proletariado catalán no depende de la emancipación de Cataluña, sino todo
lo contrario; la emancipación de Cataluña, como la de todos los pueblos,
depende de la emancipación del proletariado, que al hacer su revolución e
instaurar su dictadura resuelve este  aspecto de la revolución democrática,
como resuelve todos los demás que  de ningún modo puede resolver la
democracia burguesa. Decir lo contrario a los obreros de Cataluña, igual
que a los de los demás países no emancipados, supone engañar a sabiendas
a los obreros y traicionar la causa del proletariado. 4

VII
En resumen, hay que reconocer que el problema catalán es una realidad y
tiene sus razones económicas que  le dan un carácter progresivo y
revolucionario. La Oposición Comunista de Izquierda debe aprovechar y
aun impulsar este movimiento en lo que en sí tenga de revolucionario, no
olvidando en ningún caso evidenciar ante el proletariado el carácter
democrático del problema de las nacionalidades, y que nunca la libertad de
los obreros depende de la libertad de los pueblos como tales, sino todo al
contrario, que sólo el proletariado con su triunfo puede dar realmente a los
pueblos esta libertad que les niega la democracia burguesa.

VIII
¿Puede acaso un comunista situarse del mismo modo ante el problema
vasco que ante el catalán? Puede decirse rotundamente que no. Todo lo que
tiene de revolucionario  y progresivo el movimiento catalán tiene de
reaccionario y atrasado el movimiento vasco. Los comunistas, ante el
significado tan distinto de estos dos problemas, no podemos pronunciarnos
del mismo modo ante uno y ante el otro. El problema catalán debemos
admitirlo como un factor revolucionario y hasta en cierto modo debemos
impulsarlo; pero ante el hecho nacional vasco hemos de adoptar una actitud
totalmente opuesta.

IX
Si bien en principio es verdad que los comunistas hemos de defender el
reconocimiento del derecho de las nacionalidades a disponer de sus propios
destinos, ante un movimiento nacional como el vasco, que representa todo
lo que de atrasado y retrógrado existe en España y se convierte en el
baluarte de la reacción, los comunistas, en defensa de la revolución, no sólo
no debemos cruzarnos de brazos por un respeto mal entendido a los
principios, sino que en nombre de nuestros principios de emancipación del
proletariado debemos oponernos por  todos nuestros medios a este
movimiento. En Cataluña, el movimiento nacional tiene su base en los
centros industriales, en la parte más  avanzada de la población. En el país
vasco es precisamente en los centros  industriales donde no se siente el
problema de la liberación nacional. Donde éste tiene más enemigos es entre
las masas obreras, las que  le oponen una feroz resistencia. Su cuna y su
fuerza está entre la clase campesina, dirigida por la iglesia, y en cierto
modo ayudados por la gran burguesía, que ve en el nacionalismo vasco la
posibilidad de constituir sindicatos obreros nacionalistas frente a las
organizaciones de clase, para así luchar mejor contra las aspiraciones del
proletariado. Ya en las luchas del siglo pasado entre la monarquía absoluta
y la monarquía constitucional, el particularismo vasco puso todas sus 5
fuerzas al servicio del absolutismo, y hoy, a la caída de la Monarquía, el
nacionalismo se ha aliado sin tapujos con la reacción al servicio del
régimen caído. El movimiento nacional catalán impulsa la revolución
democrática. El movimiento nacional vasco frena y pone obstáculos a esta
misma revolución. Los comunistas  debemos luchar con todas nuestras
fuerzas contra este nacionalismo, baluarte de la reacción más exacerbada.

X
La tan conocida frase de Lenin: “El reconocimiento del divorcio no excluye
la agitación contra el divorcio”,  y mucho menos implica que haya que
hacer propaganda a favor del divorcio, señala a los comunistas la actitud
que deben adoptar ante otros problemas nacionales ficticios que algunos
elementos, en especial los jefes del BOC, pretenden crear en España. El
movimiento nacional de Galicia, de Andalucía y, según puede colegirse de
sus propagandas, el problema de Aragón, de Murcia, etc., etc., tantos
problemas nacionales como en regiones está dividido el estado español,
tengan o no verdadero carácter nacional, una base económica y cultural
propia, han nacido de un afán de izquierdismo pequeñoburgués. El
problema nacional gallego no es tal problema ni existe tal movimiento
nacional en Galicia; Galicia, ni por su cultura particular, que no la tiene,
por lo menos con fuerza para diferenciarse del resto de España; ni por su
desarrollo económico, plantea ningún problema nacional; Galicia no tiene
grandes núcleos industriales que representen un peso específico real en el
estado. Galicia no ve coartado su progreso por el atraso del resto de
España, porque en realidad, económicamente, se halla en el mismo estado
de atraso del resto del país. En todo caso, si Portugal hubiera sido un estado
económicamente fuerte y avanzado, en Galicia, por su  lengua y por su
tradición, hubiera planteado un problema de irredentismo. Pero los
comunistas no podemos especular sobre cosas que no existen, ni tampoco,
en caso de que esto último fuera cierto, en vísperas de una posible
revolución proletaria, íbamos a pretender seccionar parte del estado teatro
de la posible revolución, para integrarlo en un estado en el cual la
burguesía fuera más fuerte.

XI
Lo mismo, o más todavía, podemos decir del llamado problema andaluz. Si
el problema gallego pudiera tener  alguna razón de ser en la mente
romántica de literatos  pequeñoburgueses, el problema andaluz no puede
tener ni esta ínfima base romántica de una lengua que muere. Andalucía, ni
por razones étnicas, ni por razones económicas ni culturales, ni siquiera por
razones de puro romanticismo, tiene planteado ningún problema nacional.
El problema andaluz no puede tener  su origen más que en la mente
desbocada de un literato que viva fuera del tiempo y del espacio. Todo lo 6
más, este falso problema nacional andaluz podría convertirse un día en el
baluarte del agrarismo feudal imperante en la región. En cuanto a los demás
problemas podemos decir lo mismo. Ni Aragón, ni Murcia, ni ninguna otra
región tienen planteados problemas de emancipación regional. Acaso en
Valencia y Mallorca, por su cultura, por su lengua y por su origen, podría
producirse un día un movimiento, pero de integración a Cataluña. De todos
modos, no vamos a ser precisamente los comunistas los que creemos un
movimiento de emancipación nacional, cuando la fuerza de la realidad y las
exigencias económicas no lo han producido.

XII
No deberíamos en esta tesis sobre las nacionalidades introducir el caso de
Marruecos; pero la forma en que el Partido Comunista de España, y
especialmente el BOC lo han equiparado a los problemas nacionales de la
península, obliga a ello. En el proyecto de tesis del BOC, hablando de los
movimientos nacionales de España,  se dice: “y sobre todo el de
Marruecos”. Esto no es cierto. El  de Marruecos no es un problema
nacional, porque en Marruecos no existe una nación, porque en Marruecos
no sólo no se ha desarrollado el capitalismo que es el exponente más
característico de la nacionalidad, sino que ni siquiera puede casi decirse
que viva en un régimen feudal, sino más bien de clan o de tribu. En donde
no existe la nación no puede haber de ningún modo un movimiento
nacional.

XIII
En Marruecos no hay una nacionalidad, porque el estado colonizador no ha
sabido crear en él la unidad económica que despertara esta comunidad de
intereses, que clase por clase produce la existencia de una nacionalidad.
España no ha sabido crear en Marruecos una industria, no ha sabido
introducir en él los progresos del capitalismo, ni siquiera ha sabido hacer
progresar el estado rudimentario de su agricultura; tampoco ha sabido darle
una cultura que propulsara su unidad. Los marroquíes, al luchar con las
armas en la mano contra los invasores, no luchan por Marruecos, luchan
por su aduar, lo más por su cabila. Las cabilas e incluso los aduares son
enemigos entre sí, y muchas veces luchan entre ellos con más saña que
contra los propios invasores que van a imponerles la paz. Para los
comunistas españoles el problema de Marruecos es un problema totalmente
aparte del de las nacionalidades. Es  un problema colonial, y como tal es
como debe ser estudiado.

XIV
Los comunistas deben pronunciarse incondicionalmente por la libertad de
los pueblos oprimidos, llegando incluso a la separación, si ésta es su 7
voluntad; pero siempre en lo que tengan de democrático y de lucha contra
la opresión.

Ahora bien; el problema de Cataluña es un problema de carácter progresivo
y revolucionario. Los comunistas, como revolucionarios, tenemos el deber
de reconocer a Cataluña el derecho a  su independencia, si ésta es la
voluntad de las masas de Cataluña; pero debemos al mismo tiempo advertir
al proletariado catalán que la liberación nacional de Cataluña no significa
su emancipación, y que sólo la revolución del proletariado catalán con la
del resto de España concederá este derecho de la revolución democrática.
Los comunistas no debemos tender a escindir al proletariado, sino a
conseguir su unión.

XV
Los comunistas de Cataluña tienen el deber de denunciar la inconsecuencia
de la pequeña burguesía radical, combatir el chovinismo local y demostrar
que la burguesía es incapaz de resolver el problema de las nacionalidades.
El movimiento nacional vasco, contrariamente al catalán, es un movimiento
reaccionario y retrógrado. Por lo tanto, los comunistas, de acuerdo con el
sentir de las masas obreras de Vasconia, que  rehúsan y lo combaten,
debemos combatirlo como un dique que es a los avances de la propia
revolución democrática. Los comunistas no debemos aceptar los
movimientos nacionales que no tengan su base en la realidad. Debemos
oponernos, por tanto, a lo que pretenden algunos llamar movimiento
nacional gallego, andaluz, etc., etc. La burguesía española, por su
debilidad, por los lazos que la unen económicamente a las fuerzas feudales
del país, por sus condiciones y contradicciones internas, es incapaz de
fundir los distintos pueblos en la potente unidad política que los intereses
del desarrollo económico de España exigen. Sólo la victoria de la clase
obrera históricamente progresiva, esencialmente libertadora, unida por
encima de las diferentes nacionalidades por un interés común, garantizará
el desenvolvimiento de los pueblos y  el reconocimiento  de sus derechos
acabando con toda opresión.