domingo, 2 de diciembre de 2012

Libia y Siria. Elementos para clarificar la posición de Askapena




Las intervenciones imperialistas de la OTAN en el siglo XXI han generado un debate que se revivifica en cada nuevo conflicto internacional. Desde Yugoslavia hasta Libia, el papel de la OTAN ha querido ser legitimado por una parte de la izquierda que "en nombre de la libertad del pueblo" ha llegado ha justificar el bombardeo y asesinato de ese mismo pueblo utilizando el eufemismo de las intervenciones humanitarias. Incluso se ha creado todo un vocabulario específico para revestir todas estas intervenciones con un halo de bondad: cascos azules, misiones humanitarias, ejércitos libres, consejos nacionales de transición, medios independientes... Toda una cortina de humo construida para impedir la observación de las reglas bajo las que se mueve la política de bloques y sus contradicciones interimperialistas, las intervenciones otanistas y los intentos de Estados Unidos por mantener la hegemonía de un mundo pretendidamente unipolar.

El documento de la organización internacionalista vasca Askapena, que publicamos en este blog hecho desde el Pueblo Trabajador Andaluz, aporta un análisis clarificador en torno a estos conflictos centrándose en los dos últimos casos, Libia y Siria. Nosotros, como comunistas, entendemos que nuestra posición ante los casos libio y sirio no puede reducirse a la dicotomía impuesta por las potencias imperialistas o las organizaciones izquierdistas que, consciente o inconscientemente, hacen el juego al imperialismo. Por eso, hoy más que nunca, urgen posicionamientos desde ópticas antiimperialistas y de clase.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Marxismo sin guiones

Pasada la jornada de paro de 24 horas del pasado 14 de noviembre en la que el sindicalismo de clase y andaluz, representado por el SAT, demostró que se puede movilizar al Pueblo Trabajador sin secundar las (in)movilizaciones del sindicalismo del régimen, publicamos un artículo del compañero M. Navarrete, militante de Red Roja Andaluza, el SAT y la MAIS, que demuestra, también, que un marxismo crítico, creativo y liberado de clichés es posible y necesario. El texto, titulado “Marxismo sin guiones”, trata de romper con una tradición política que conseguido encorsetar la fecundidad marxista en un conjunto de apriorismos contraproducentes, perjudicando al futuro del movimiento comunista andaluz e internacional. Navarrete se decanta por una apuesta de un marxismo que sea capaz de analizar la historia y la coyuntura actual atendiendo a las particularidades específicas de cada territorio.

Desde Pueblo Trabajador Andaluz consideramos de gran interés para l@s lectores/as la aportación de Navarrete, que incide en la necesidad urgente de articular un movimiento comunista que apueste inequívocamente por el análisis y la concreción nacional para construir una vía al socialismo, como ya lo hiciesen en el siglo pasado cubanos o vietnamitas. Nuestra clase y nuestro país así lo requieren.

martes, 2 de octubre de 2012

El papel de la juventud independentista andaluza



Tras un período de tiempo en el que quienes formamos parte de este proyecto hemos estado sumergidos en labores militantes, volvemos a la carga con un nuevo artículo. Tras un verano caliente en nuestro país, con la expropiación de alimentos del SAT y las exitosas marchas obreras, nos espera un otoño menos frío.

En este contexto, nos encontramos con una juventud trabajadora andaluza que, sumado a la precariedad laboral, la militarización y el paro, tiene que afrontar una sistemática elitización y mercantilización de la educación pública. Sobre estas problemáticas endémicas, y en concreto sobre la lucha estudiantil en Andalucía, trata el artículo del camarada Cristóbal García Vílchez titulado “El papel de la juventud independentista andaluza”. Un tema de actualidad que toma importancia con los últimos movimientos a escala estatal que están llevando a cabo organizaciones estudiantiles y juveniles de los diferentes Pueblos subyugados al Estado en la plataforma “11 x 12”, que ha convocado una huelga general estudiantil el próximo 11 de octubre. Desde Pueblo Trabajador Andaluz nos posicionamos a favor de la construcción de un referente de lucha estudiantil que tenga como bases la lucha por la liberación nacional de Andalucía y la emancipación de la clase obrera andaluza. Una juventud no organizada es una juventud destinada al fracaso.

Además, este mes incluimos en nuestra videoteca el documental "Terra Lliure, punt final" dedicado al análisis de esta organización armada catalana. Ahora que España se rompe por sus costuras y la catalanofobia está más vigente que nunca para "salvaguardar la unidad de la patria españolista y su unidad de mercado", es oportuno revisar las expresiones más rupturistas de la izquierda independentista catalana. Desde el colectivo editorial de este blog por el Pueblo Trabajador Andaluz esperamos que el pueblo trabajador catalán y su vanguardia política superen la consigna actual de Cataluña como "un nuevo estado de Europa" a Cataluña como "un nuevo estado socialista del Mediterráneo occidental".


miércoles, 18 de julio de 2012

La cuestión nacional desde la óptica imperialista española


Este mes de julio publicamos un interesante documento para enriquecer el marxismo-leninismo andaluz. Se trata de la Tesis sobre las nacionalidades, emanadas de la III Conferencia de la Oposición Comunista de España, publicada en la revista Comunismo en abril de 1932. El documento de la organización de Andrés Nin es toda una exhibición de lugares comunes con respecto al nacionalismo español "de izquierda". 80 años después muchos de los argumentos que escuchamos hoy día los encontraremos aquí.

Entre ellos la crítica por "pequeños burguesas" a las organizaciones revolucionarias de ámbito nacional, en este caso al Bloque Obrero y Campesino de Maurín. Crítica que sin duda está motivada por la denuncia que hizo esta organización (entonces llamada Federación Comunista Catalano-Balear) en 1931 ante el Comité Ejecutivo de la III Internacional del españolismo manifiesto del PCE. En ella el BOC se declaraba "ardiente defensor de la independencia de Cataluña, Euskadi, Galicia y Andalucía".

O la ignorancia absoluta de la realidad política, económica y nacional andaluza. Hasta el punto de atribuirle al nacionalismo andaluz posibilidades de convertirse en "baluarte del agrarismo feudal imperante en la región". Cómo bien sabemos las clases dominantes si analizaron con mayor rigor el programa revolucionario del nacionalismo andaluz. Análisis que se sintetizó en el fusilamiento de Blas Infante a manos del fascismo "por formar parte de una candidatura andalucista y revolucionaria".

Otra muestra más de la esterilidad de los análisis sobre las naciones oprimidas desde la postura y la perspectiva de una organización que asume el marco imperialista español de extracción de plusvalía como legítimo.


martes, 26 de junio de 2012

Movimiento de liberación nacional y política de la Internacional Comunista (IC)



Continuamos con la publicación de un fragmento de la polémica obra de F. Claudín "La crisis del movimiento comunista". El texto en cuestión, titulado "Movimiento de liberación nacional y política de la Internacional Comunista" es un análisis acerca de la política y los errores de la III Internacional con respecto al movimiento de liberación nacional. Pero también una radiografía de las limitaciones de los movimientos de liberación nacional en el momento.

Referido a la primera mitad del siglo XX, es indudable que este fragmento sugiere muchas reflexiones sobre los movimientos de liberación nacional en la actualidad y su relación con el movimiento comunista mundial.


lunes, 28 de mayo de 2012

La izquierda andaluza en su laberinto: la ruptura, la soberanía y el socialismo como respuestas








Tras unas semanas de inactividad a causa de nuestra labor militante en las luchas que se han desarrollado al calor de las últimas huelgas y movilizaciones sociales, volvemos desde Pueblo Trabajador Andaluz para publicar el artículo “La izquierda andaluza en su laberinto: la ruptura, la soberanía y el socialismo como respuestas” del camarada Francisco Campos López. El texto analiza el estado de esquizofrenia ideológica que sufren ciertos sectores de la izquierda andaluza, y los porqués de su falta de determinación ante un contexto en el que los recortes sociales vienen desde los gobiernos supuestamente “de progreso”.

Abordando los caminos que se han venido andando hasta hoy por parte de la izquierda en Andalucía, el autor apuesta clara y decididamente por romper con tres de los ejes fundamentales sobre los que se sustenta el Estado Español y a los que la izquierda andaluza debe de ofrecer una alternativa rupturista, soberanista y socialista. Desde nuestra perspectiva, como marxistas-leninistas partidarios de un coherente antiimperialismo, entendemos que la denuncia y el combate continuo contra las estructuras que alimentan la opresión nacional y de clase en nuestro país, debe de ser tarea fundamental contra quienes pretenden legitimar un ficticio capitalismo de rostro humano y perpetuar el statu quo imperante.

También añadimos en nuestra sección de vídeos un análisis ameno (en dos partes) de una de las obras que el propio Karl Marx consideró como fundamentales antes de escribir "El Capital". Se trata de "Salario, precio y ganancia".

Por último, aprovechamos para destacar el llamamiento al I Congreso de Andalucía Comunista. Desde Pueblo Trabajador Andaluz saludamos la convocatoria y deseamos una fructífero desenvolvimiento del mismo a las y los camaradas de A.C.





martes, 10 de abril de 2012

PTA en el aniversario del Partido Revolucionario Cubano (PRC)




Los militantes que estamos detrás de este blog para el Pueblo Trabajador Andaluz tenemos como referente imprescindible a Cuba. Al Pueblo Cubano y sus revoluciones. No se nos olvida que la revolución que tumbó a Batista el 1 de enero de 1959 tuvo su antesala en la lucha de los cubanos contra España. Una lucha que el imperio español afrontó con la cerrazón habitual y la utilización de bárbaros métodos. Una barbarie, conocida ya antes en la historia de Andalucía, que en Cuba se tradujo en los campos de concentración para jornaleros del general español Weyler para erradicar cualquier apoyo popular a los luchadores por la liberación de Cuba. Hoy 10 de abril se celebra el aniversario de la creación del Partido Revolucionario Cubano de José Martí, creado en 1892, y que sirvió para la definitiva emancipación cubana de España. Saludamos la efeméride reproduciendo un artículo publicado en el diario cubano Gramma.

_____________________________________________________________-

“¡Bello es ver a un Partido de la Revolución, que quiere seguir la obra radical de los padres y criar raíces nuevas!”

Como lo definiera su fundador, José Martí, el Partido Revolucionario Cubano (PRC) creado el 10 de abril de 1892 fue "un partido de revolución", y tuvo este carácter porque rompió los moldes establecidos por los partidos políticos tradicionales y fijó nuevas pautas para conducir la lucha revolucionaria. Fue un partido revolucionario para hacer la revolución.

El Partido Revolucionario Cubano no era un conglomerado de elementos dispersos, de individuos ligados espontáneamente a un partido —al viejo estilo—, sino un conjunto de organizaciones que se nucleaban para la lucha revolucionaria en torno a un amplio y profundo programa político, expuesto en sus Bases, y que acataban y cumplían los lineamientos internos y principios organizativos del partido, contenidos en sus Estatutos Secretos.

En su estructura y en sus principios organizativos e ideológicos el PRC desbordó y superó lo hecho hasta entonces. Era un vehículo nuevo, un nuevo partido surgido de una conjugación dialéctica de medios y fines. No habría podido ser "un partido de revolución", solo por su estructura y organización, sin unos propósitos y objetivos definidos, sin un programa político que le diera razón de existir. Pero a la vez solo esos propósitos y objetivos, solamente ese programa político, exigía esa estructura y organización. Es así como la concepción martiana del partido no surge circunscrita solo a una cuestión de método. Ella está indisolublemente ligada al alcance y a la profundidad de los objetivos de la revolución.

El análisis hecho por Martí de las circunstancias, particularidades y condiciones de la época, su estudio profundo de los factores internos y externos que confluían en aquel momento, le permitieron concebir el programa político por el que había que luchar. En él se recogían los tres aspectos básicos a resolver entonces: la independencia de Cuba y Puerto Rico de la metrópoli española, la lucha contra el enemigo imperialista y la instauración en nuestra Patria de una república "laboriosa y justiciera".

En el mundo de fines del siglo XIX, en la Cuba de la década del 90, la magnitud de este programa político requería un instrumento idóneo para llevarlo a vías de hecho: el partido.

Por otra parte, el Partido también fue fruto del análisis del estudio de los errores de la Guerra Grande, de las causas que la condujeron al Zanjón, de la interpretación de fenómenos como el regionalismo, el caudillismo y otros, y de las respuestas y soluciones que Martí encontró para obviar y superar los resultados nocivos que estos problemas provocaban en la lucha revolucionaria. El Partido fue precisamente el método concebido por Martí para salvar todos esos viejos obstáculos, unir las fuerzas, organizar y conducir la guerra de independencia.
Por imperativo histórico, el Partido Revolucionario Cubano tenía que continuar el proceso revolucionario iniciado en 1868 por los Padres de la Patria, pero, lógicamente, superando la etapa anterior y alcanzando niveles superiores. Atrás había que dejar los factores que crearon la desunión y el divisionismo que llevaron al traste a la Guerra de los Diez Años y, a ese efecto, era imprescindible unificar las fuerzas revolucionarias. Hermanar la generación nueva a la vieja generación. Ligar indisolublemente los veteranos a los "pinos nuevos". Fundir en un solo espíritu de combate la Isla y la emigración. Sin ello no podría siquiera comenzarse la nueva contienda, y mucho menos garantizarse su éxito.

Fue en el Partido que se plasmó la unidad de todos los revolucionarios, como lo explicaba Martí en el artículo "El Partido Revolucionario Cubano", publicado en Patria el 3 de abril de 1892, al expresar que "a la palabra partido se amparan, para decir que se unen en esfuerzo ordenado, con disciplina franca y fin común, los cubanos que han entendido ya que, para vencer a un adversario deshecho, lo único que necesitan es unirse".
La unidad que logró y mantuvo el Partido organizado por Martí es uno de los aportes político-revolucionarios más valiosos que nos legara el Apóstol. La concepción martiana sobre el Partido fue novedosa, clara y precisa.
Así ha dicho Fidel: "Como el Partido Revolucionario Cubano de la independencia, hoy dirige nuestro Partido la Revolución" y enarbolamos como una de sus consignas aquel pensamiento de Martí que dice "¡Bello es ver a un partido de revolución, que quiere seguir la obra radical de los padres y criar raíces nuevas!".


http://www.granma.cubaweb.cu/2012/04/10/nacional/artic06.html

lunes, 2 de abril de 2012

China: Auge, caída y resurgimiento como potencia global. Algunas lecciones del pasado




Tras unas elecciones coloniales en Andalucía en las que hay que destacar que de nuevo ha ganado el Capitalismo, publicamos un artículo del sociólogo estadounidense James Petras acerca del desarrollo histórico de China y la evolución de este país como potencia económica mundial rompiendo con algunos mitos divulgados por la historiografía eurocentrista.

El análisis realizado por el autor resulta de gran interés debido a las conclusiones que se pueden extraer del papel que han jugado las potencias imperialistas europeas y americanas como Inglaterra en siglos pasados y EE.UU en la actualidad en cuanto al cerco militar que ha sufrido China como forma de presión ante su auge económico como potencia capitalista emergente. Desde la Revolución China liderada por Mao Tse-Tung, la República Popular China comenzó a desarrollar un progreso jamás visto a todos los niveles, pero, en especial, en cuanto a la situación socio-laboral de la clase obrera china. Tras el abandono del PCCh del socialismo y la transformación de China como país capitalista, ha comenzado a expandirse por el mundo alcanzando acuerdos con países ricos en materias primas, dando lugar a la consiguiente competencia con Europa y EE.UU y la vuelta a otras coyunturas históricas en las que China a causa de no caracterizarse por ser un país belicista y con afán expansionista, ha sufrido el acoso y la violencia imperialista de los estados monopolistas.

____________________________________________________________________

China: Auge, caída y resurgimiento como potencia global. Algunas lecciones del pasado

Introducción

Los estudios sobre la potencia mundial aparecen contaminados de la visión de los historiadores eurocéntricos, que distorsionaron e ignoraron el papel dominante que China jugó en la economía mundial entre 1100 y 1800. La brillante investigación histórica sobre la economía mundial a lo largo de ese período realizada por John Hobson [1] proporciona una abundancia de datos empíricos que defienden la superioridad económica y tecnológica de China sobre la civilización occidental durante buena parte del milenio referido antes de su conquista y decadencia en el siglo XIX.

La reaparición de China como potencia económica mundial plantea importantes preguntas sobre qué podemos aprender de su anterior auge y caída y sobre las amenazas externas e internas a las que puede enfrentarse esta superpotencia económica emergente en el futuro inmediato.

En primer lugar, vamos a trazar los contornos principales del auge histórico de China hasta su superioridad económica global sobre Occidente antes del siglo XIX siguiendo estrechamente el relato de John Hobson en The Eastern Origins of Western Civilization. Debido a que la mayoría de los historiadores económicos occidentales (liberales, conservadores y marxistas) han presentado a la China histórica como una sociedad estancada, atrasada y provinciana, un “despotismo a la oriental”, es preciso hacer ciertas detalladas correcciones. Y es especialmente importante subrayar cómo China, la potencia tecnológica mundial entre 1100 y 1800, hizo posible la aparición de Occidente. Fue solo tomando prestadas y asimilando las innovaciones chinas que Occidente pudo llevar a cabo la transición al capitalismo moderno y a las economías imperialistas.

En segundo lugar, analizaremos y discutiremos los factores y circunstancias que llevaron a la decadencia china en el siglo XIX y su consiguiente dominación, explotación y pillaje por parte de los países imperiales occidentales, primero Inglaterra y después Europa, Japón y los EEUU.

En tercer lugar, señalaremos brevemente los factores que llevaron a la emancipación china del dominio colonial y neocolonial y analizaremos su reciente auge hasta convertirse en la segunda mayor potencia económica global.

Finalmente, consideraremos las amenazas pasadas y presentes al auge de China como potencia económica global, subrayando los parecidos entre el colonialismo británico de los siglos XVIII y XIX y las actuales estrategias imperialistas de EEUU, centrándonos en las debilidades y fortalezas de las pasadas y presentes respuestas chinas.

China: Auge y consolidación como potencia global (1100-1800)

En un formato comparativo sistemático, John Hobson proporciona una abundancia de indicadores empíricos que demuestran la superioridad económica global de China sobre Occidente y, en particular, sobre Inglaterra. Estos son algunos de los hechos destacados:

Ya en el año 1078, China era el mayor productor de acero (125.000 toneladas); mientras que Gran Bretaña produjo, en 1788, 76.000 toneladas. Y China estaba a la cabeza del mundo en innovaciones técnicas para la fabricación de textiles siete siglos antes de la “revolución textil” del siglo XVIII de Gran Bretaña.

China era la principal nación en el sector comercial, con un comercio a larga distancia que llegaba hasta la mayor parte del Sur de Asia, África, Oriente Medio y Europa. La “revolución agrícola” y la productividad superaron las de Occidente hasta el siglo XVIII.

Sus innovaciones en la producción de papel, imprenta, armas de fuego y herramientas la convirtieron en una superpotencia manufacturera cuyos productos se transportaban por todo el mundo a través del más avanzado sistema de navegación. China poseía el mayor número de barcos comerciales en el mundo. En 1588, los buques ingleses más grandes desplazaban alrededor de 400 toneladas, los de China 3.000 toneladas. Incluso hasta finales del siglo XVIII, los comerciantes chinos disponían de 130.000 buques privados de transporte, varias veces los de Gran Bretaña. China conservó su posición preeminente en la economía mundial hasta principios del siglo XIX.

Los fabricantes británicos y europeos seguían el ejemplo de China, asimilando y adoptando sus más avanzadas tecnologías y estaban ansiosos por penetrar en el avanzado y lucrativo mercado chino.

La banca, la economía con papel moneda estable, la industria manufacturera y los altos rendimientos en la agricultura hicieron que el ingreso per capita de China igualara el de Gran Bretaña en 1750.

La posición global dominante de China se vio desafiada por el auge del imperialismo británico, que había adoptado las avanzadas innovaciones tecnológicas, de navegación y mercado de China y otros países asiáticos a fin de eludir las primeras etapas para llegar a convertirse en una potencia mundial [2].

El imperialismo de Occidente y la decadencia de China

La conquista imperial británica y occidental del Oriente se basó en la naturaleza militarista del estado imperial, en sus no recíprocas relaciones económicas comerciales con los países de ultramar y en la ideología imperial occidental que motivó y justificó las conquistas en el exterior.

A diferencia de China, fue la política militar la que impulsó la revolución industrial británica y la expansión exterior. Según Hobson, durante el período 1688-1815, Gran Bretaña estuvo implicada en guerras durante el 52% de ese período [3]. Mientras que los chinos confiaban en sus mercados abiertos y en su producción superior y sofisticadas técnicas bancarias y comerciales, los británicos acudieron a la protección arancelaria, a la conquista militar, a la destrucción sistemática de empresas competitivas extranjeras, así como a la apropiación y saqueo de recursos locales. El predominio global chino se basaba en “beneficios recíprocos” con sus socios comerciales, mientras que Gran Bretaña dependía de ejércitos mercenarios de ocupación, de la represión salvaje y de la política de “divide y vencerás” para fomentar rivalidades locales. Frente a la resistencia de los nativos, los británicos (así como otras potencias imperiales occidentales) no dudaron en exterminar a comunidades enteras [4].

Incapaces de apoderarse del mercado chino a través de la competitividad económica, Gran Bretaña se apoyó en un poder militar brutal. Movilizó, armó y envió mercenarios, desde sus colonias en la India y más lugares para forzar a China a aceptar sus exportaciones e imponer tratados injustos con tarifas más bajas. Como consecuencia, China se vio inundada del opio británico producido en las plantaciones británicas en la India, a pesar de las leyes chinas que prohibían o regulaban la importación y venta de narcóticos. Los gobernantes chinos, acostumbrados desde hacía mucho tiempo a su superioridad manufacturera y comercial, no estaban preparados ante las “nuevas normas imperiales” para hacerse con el poder global. La disposición de Occidente a utilizar el poder militar para establecer colonias, saquear recursos y reclutar ejércitos inmensos de mercenarios dirigidos por oficiales europeos anunció el fin de China como potencia mundial.

China había basado su predominio económico en la “no interferencia en los asuntos internos de sus socios comerciales”. En cambio, los imperialistas británicos intervinieron violentamente en Asia, reorganizando las economías locales para ajustarlas a las necesidades del imperio (eliminando los competidores económicos, incluidos los más eficientes fabricantes indios del algodón) y se apropiaron del control del aparato político, económico y administrativo para establecer el estado colonial.

El imperio británico se construyó con los recursos saqueados a las colonias y mediante la militarización masiva de su economía [5]. Fue así como pudo afianzar la supremacía militar sobre China. La excesiva confianza de las elites gobernantes chinas en las relaciones comerciales obstaculizó su política exterior. Las elites de comerciantes y funcionarios chinos trataron de apaciguar a los británicos y convencer al emperador de que hiciera devastadoras concesiones extraterritoriales abriendo mercados en detrimento de los fabricantes chinos, a la vez que renunciaban a la soberanía local. Como siempre, los británicos favorecieron las revueltas y rivalidades internas desestabilizando aún más el país.

La penetración y colonización británica y occidental del mercado chino creó toda una nueva clase: Los “compradores” chinos ricos importaban productos británicos y facilitaban la apropiación de los mercados y recursos locales. El pillaje imperialista forzó la explotación, además de mayores impuestos, de las grandes masas de campesinos y trabajadores chinos. Los gobernantes de China se vieron obligados a pagar las deudas de la guerra y los déficits financieros comerciales impuestos por las potencias imperiales occidentales exprimiendo a su campesinado. Esto provocó hambre y revueltas entre los campesinos.

A primeros del siglo XX (menos de un siglo después de las Guerras del Opio), China había descendido de potencia económica mundial a convertirse en un destrozado país semicolonial con una inmensa población indigente. Los puertos principales estaban controlados por los funcionarios de las potencias occidentales y el campesinado estaba sometido al dominio de corruptos y brutales señores de la guerra. El opio británico esclavizó a millones de seres.

Los académicos británicos: Excelentes apologistas de la conquista imperial

Toda la profesión académica occidental –sobre todo los historiadores imperiales británicos- atribuyeron el dominio imperial británico de Asia a la “superioridad tecnológica” inglesa y la miseria y status colonial de China al “atraso oriental”, omitiendo cualquier mención al milenio de progreso y superioridad técnica y comercial de China hasta comienzos del siglo XIX. A finales de la década de 1920, con la invasión imperial japonesa, China dejó de existir como país unificado. Bajo la égida del dominio imperial, cientos de millones de chinos habían muerto de hambre o habían quedado desposeídos o masacrados. Toda la elite compradora “colaboracionista” china había quedado desacreditada a los ojos del pueblo chino.

Lo que quedó en la memoria colectiva de la gran masa del pueblo chino –totalmente ausente de los relatos de los prestigiosos académicos estadounidenses y británicos- fue la sensación de que China había sido en otro tiempo una potencia mundial próspera, dinámica e importante. Los comentaristas occidentales rechazaban esa memoria “colectiva” de la supremacía china como las locas pretensiones de una realeza y señores nostálgicos: la vana arrogancia Han.

China emerge de las cenizas de la humillación y el saqueo imperialistas: La revolución comunista china

El auge de la China moderna hasta convertirse en la segunda mayor economía mundial fue posible solo a través de los éxitos de la revolución comunista china de mediados del siglo XX. El Ejército Rojo de Liberación Popular derrotó primero al invasor ejército imperialista japonés y después al ejército nacionalista del Kuomintang, al que apoyaba el imperialismo estadounidense. Esto permitió reunificar China como estado soberano independiente. El gobierno comunista abolió los privilegios extraterritoriales de los imperialistas occidentales, puso fin a los feudos territoriales de los señores de la guerra y gángsteres regionales y expulsó a los millonarios propietarios de burdeles, a los traficantes de mujeres y drogas así como a otros “proveedores de servicios” al Imperio Europeo-Estadounidense.

La revolución comunista forjó el moderno estado chino en todos los sentidos. Los nuevos dirigentes procedieron entonces a reconstruir una economía arrasada por las guerras imperiales y saqueada por los capitalistas japoneses y occidentales. Después de 150 años de infamia y humillación, el pueblo chino recuperó su orgullo y dignidad nacionales. Los elementos socio-psicológicos eran esenciales para motivar a los chinos en la defensa de su país ante los ataques, sabotajes, boicots y bloqueos orquestados por EEUU inmediatamente después de su liberación.

A diferencia de lo que dicen los economistas neoliberales chinos y occidentales, el crecimiento dinámico de China no empezó en 1980. Empezó en 1950, cuando la reforma agraria proporcionó tierra, infraestructuras, créditos y asistencia técnica a cientos de millones de campesinos destituidos y trabajadores rurales sin tierras. Mediante lo que ahora se llama “capital humano” y una movilización social gigantesca, los comunistas construyeron carreteras, aeropuertos, puentes, canales y vías férreas así como industrias básicas, como la del carbón, hierro y acero, para formar la columna vertebral de la economía moderna china. Los inmensos sistemas sanitario y educativo gratuitos de la China comunista crearon una fuerza de trabajo saludable, educada y motivada. Su ejército, altamente profesional, impidió que EEUU extendiera su imperio militar a través de la península de Corea hasta las fronteras territoriales chinas. Al igual que los académicos y propagandistas occidentales del pasado fabricaron una historia acerca de un imperio “estancado y decadente” para justificar sus destructivas conquistas, de la misma forma sus homólogos modernos han vuelto a escribir los primeros treinta años de la historia comunista china, negando el papel de la revolución en el desarrollo de todos los elementos esenciales para un estado, una sociedad y una economía modernas. Está claro que el rápido crecimiento económico de China se basó en el desarrollo de su mercado interno, en el rápido crecimiento de su equipo de científicos, técnicos y trabajadores bien formados y en la red de seguridad social que protegió y promovió la movilidad de la clase trabajadora y campesinado, todo ello producto de la planificación e inversiones chinas.

El auge de China como potencial global empezó en 1949 con la eliminación de las parásitas clases financieras, compradoras y especulativas que habían servido de intermediarias para los imperialistas europeos, japoneses y estadounidenses que despojaron a China de sus grandes riquezas.

La transición de China al capitalismo

A principios de 1980, el gobierno chino inició un cambio drástico en su estrategia económica: Durante las tres décadas siguientes, abrió el país a la inversión exterior a gran escala; privatizó miles de industrias y puso en marcha un proceso de concentración de la renta basado en una deliberada estrategia de recrear una clase económica dominante de multimillonarios vinculados a capitalistas extranjeros. La clase política gobernante china abrazó la idea de “prestar” conocimientos técnicos y el acceso a los mercados de ultramar de firmas extranjeras a cambio de proporcionar abundante mano de obra barata al coste más bajo. El estado chino desvió subvenciones públicas masivas a promover un alto crecimiento capitalista desmantelando su sistema nacional de educación y sanidad públicas gratuitas. Acabaron con la vivienda pública subvencionada para cientos de millones de campesinos y trabajadores de fábricas urbanas y proporcionaron financiación a los especuladores inmobiliarios para la construcción de apartamentos privados de lujo y rascacielos de oficinas. La nueva estrategia capitalista de China, así como su crecimiento de dos dígitos, se basaron en los profundos cambios estructurales y en las masivas inversiones públicas del anterior gobierno comunista. El despegue del sector privado de China se llevó a cabo en base a los inmensos desembolsos públicos hechos a partir de 1949.

La nueva clase capitalista triunfante y sus colaboradores occidentales reclamaron todo el crédito posible para este “milagro económico” mientras China se convertía en la segunda mayor economía mundial. Estas nuevas elites chinas han estado menos dispuestas a anunciar el estatus de primera categoría de China a partir de las brutales desigualdades de clase, rivalizando solo con EEUU.

China: De la dependencia imperial al competidor mundial de primer orden

El sostenido crecimiento chino en el sector manufacturero fue consecuencia de inversiones públicas altamente concentradas, altos beneficios, innovaciones tecnológicas y un mercado interno protegido. Aunque el capital extranjero obtuvo beneficios, fue siempre dentro del marco de las prioridades y reglamentaciones estatales chinas. La dinámica del régimen de la “estrategia de exportación” ha creado inmensos excedentes comerciales, que finalmente han hecho de China uno de los mayores acreedores del mundo, especialmente de deuda estadounidense. Para mantener sus dinámicas industrias, China ha necesitado de entradas inmensas de materias primas, lo que ha motivado inversiones exteriores a gran escala y acuerdos comerciales con países exportadores de agro-minerales en África y Latinoamérica. En 2010, China desplazó a EEUU y Europa como principal socio comercial de muchos países de Asia, África y Latinoamérica.

El ascenso de la China moderna a potencia económica mundial, como su predecesora entre 1100 y 1800, se ha basado en su gigantesca capacidad productiva: el comercio y la inversión se han regido por una política de estricta no interferencia en las relaciones internas de sus socios comerciales. A diferencia de EEUU, China no inició guerras brutales por el petróleo; en cambio firmó contratos lucrativos. Y China no combatió guerras en interés de los chinos de ultramar, como EEUU ha hecho en Oriente Medio a favor de Israel.

El aparente desequilibrio entre el poder económico y militar de China contrasta de forma aguda con EEUU, donde un imperio militar inflado y parasitario continúa socavando su propia presencia económica global.

El gasto militar de EEUU es doce veces el de China. Cada vez más, el ejército de EEUU juega un papel clave a la hora de moldear la política en Washington mientras trata de debilitar el ascenso de China a potencia global.

El ascenso de China a potencia mundial: ¿se repetirá la historia a sí misma?

China ha estado creciendo a un 9% por año y sus productos y servicios están aumentando rápidamente en calidad y valor. En cambio, EEUU y Europa llevan revolcándose en un crecimiento 0% desde 2007 a 2012. El innovador establishment tecno-científico chino asimila rutinariamente los inventos más recientes de Occidente (y Japón) mejorándolos, rebajando por tanto los costes de producción. China ha sustituido a las “instituciones financieras internacionales” controladas por EEUU y Europa (el FMI, el Banco Mundial, el Banco de Desarrollo Interamericano) como principal prestamista en Latinoamérica. China continúa estando a la cabeza como principal inversor en los recursos mineros y energéticos de África. China ha sustituido a EEUU como principal mercado para el petróleo iraní, sudanés y saudí y pronto sustituirá a EEUU como principal mercado para los productos petrolíferos venezolanos. En la actualidad, China es el mayor exportador y fabricante de manufacturas del mundo, dominando incluso el mercado estadounidense, mientras juega el papel de salvavidas financiero al poseer alrededor de 1.300 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense.

Bajo las crecientes presiones de sus trabajadores y campesinos, los gobernantes chinos han estado desarrollando el mercado interno aumentando los salarios y el gasto social para reequilibrar la economía y evitar el espectro de la inestabilidad social. En cambio, los salarios y servicios públicos vitales de EEUU han disminuido de forma aguda en términos absolutos y relativos.

Teniendo en cuenta las tendencias históricas actuales, está claro que China sustituirá a EEUU como principal potencia económica mundial en la próxima década si el imperio estadounidense no contraataca y si las profundas desigualdades de clase chinas no provocan importantes agitaciones sociales.

El ascenso de la China moderna a potencia global enfrenta serios desafíos. A diferencia del histórico ascenso chino a nivel mundial del pasado, el poder económico global moderno chino no va acompañado de ninguna empresa imperialista. China ha quedado seriamente rezagada detrás de EEUU y Europa en cuanto a la capacidad agresiva de hacer la guerra. Quizá esto ha permitido a China dirigir recursos públicos a maximizar el crecimiento económico, pero ha dejado a China en situación vulnerable ante la superioridad militar estadounidense frente a su arsenal masivo, su red de bases de avanzada y sus posiciones geomilitares y estratégicas justo frente a la costa china y en los territorios colindantes.

En el siglo XIX, el imperialismo británico echó abajo la posición global china con su superioridad militar, apropiándose de los puertos chinos, debido a la confianza de China en su “superioridad mercantil”.

La conquista de la India, Birmania y la mayor parte de Asia permitió a los británicos establecer bases coloniales y reclutar ejércitos mercenarios locales. Los británicos y sus mercenarios aliados cercaron y aislaron a China, preparando el camino para perturbar los mercados chinos e imponer condiciones brutales a su comercio. La presencia armada del Imperio británico dictó lo que China tenía que importar (con el opio alcanzando el 50% de las exportaciones británicas en la década que se inició en 1850) mientras socavaban las ventajas competitivas de China a través de políticas arancelarias.

Hoy en día, EEUU está siguiendo políticas parecidas: La flota naval estadounidense patrulla y controla las rutas marítimas comerciales chinas y los recursos petroleros extraterritoriales a través de sus bases en el exterior. La Casa Blanca de Obama-Clinton está en proceso de desarrollar una respuesta militar rápida que implicará a sus bases en Australia, Filipinas y otros lugares de Asia. EEUU está intensificando sus esfuerzos para socavar el acceso exterior de China a los recursos estratégicos mientras se dedica a apoyar “bases” de separatistas e “insurgentes” en el oeste de China, Tibet, Sudán, Birmania, Irán, Libia, Siria y otros lugares. Los acuerdos militares de EEUU con la India y la instalación de un régimen-títere acomodaticio en Pakistán han hecho avanzar su estrategia de aislar a China. Aunque China mantiene su política de “desarrollo armonioso” y “no interferencia en los asuntos internos de otros países”, se ha hecho a un lado cuando el imperialismo bélico europeo y estadounidense ha atacado a alguno de los socios comerciales de China con el objetivo fundamental de invertir la pacífica expansión comercial de China. La carencia de una estrategia ideológica y política de China capaz de proteger sus intereses económicos en el exterior ha sido una invitación para que EEUU y la OTAN establecieran regímenes hostiles a China. El ejemplo más destacado es Libia, donde EEUU y la OTAN intervinieron para derrocar a un gobierno independiente dirigido por el presidente Gadafi, con quien China había firmado acuerdos comerciales e inversiones por valor multimillonario. Los bombardeos de ciudades, puertos e instalaciones petrolíferas por la OTAN obligaron a los chinos a retirar a 35.000 trabajadores de la construcción e ingenieros del petróleo chinos en cuestión de días. Lo mismo sucedió en Sudán, donde China había invertido miles de millones para desarrollar su industria petrolera. EEUU, Israel y Europa armaron a los rebeldes de Sudán del Sur para interrumpir el flujo de petróleo y atacar a los trabajadores chinos en el sector [6]. En ambos casos, China permitió pasivamente que los imperialistas estadounidenses y europeos atacaran a sus socios comerciales y frenaran sus inversiones.

Bajo Mao Tse Tung, China tuvo una política activa de contención de la agresión imperial: Apoyaba a movimientos revolucionarios y a gobiernos del Tercer Mundo. En la actualidad, la China capitalista no tiene una política activa para apoyar gobiernos o movimientos capaces de proteger el comercio bilateral y los acuerdos de inversión de China. La política exterior de China está moldeada por grandes intereses comerciales, financieros y manufactureros que confían en el “aspecto económico competitivo” para conseguir cuotas de mercado y no entienden de bases militares y de seguridad del poder económico global. La clase política china está profundamente influida por una nueva clase de multimillonarios con fuertes vínculos con los fondos de capital occidentales que han absorbido sin reparo los valores culturales occidentales. Esto queda ilustrado por su preferencia a enviar a sus propios hijos a las universidades de elite en EEUU y en Europa. Tratan de “acomodarse a Occidente” a cualquier precio. Esta falta de comprensión estratégica de la construcción del imperio militar les ha llevado a responder de forma ineficaz y ad hoc a cada acción imperialista que ha socavado su acceso a recursos y mercados.

Aunque la visión de China del “negocio primero” pudo haber funcionado cuando era un actor menor en la economía mundial y los constructores del imperio estadounidense veían la “apertura al capitalismo” como un oportunidad de hacerse fácilmente con las empresas públicas de China y saquear su economía, sin embargo, cuando China (a diferencia de la ex URSS) decidió retener los controles de capital y desarrollar una “política industrial” cuidadosamente calibrada, y bajo control estatal, dirigiendo el capital occidental y la transferencia de tecnología a las empresas estatales, que penetraron eficazmente en los mercados internos y exteriores de EEUU, Washington empezó a quejarse y a hablar de represalias.

Los inmensos excedentes comerciales de China con EEUU provocaron una respuesta dual de Washington: Vendió cantidades masivas de bonos del Tesoro estadounidense a los chinos y empezó a desarrollar una estrategia global para bloquear el avance chino. Como EEUU carecía de apalancamiento económico para revertir su decadencia, confió solo en su “ventaja comparativa”: su superioridad militar basada en un amplio sistema mundial de bases de ataque, una red de regímenes-clientes en el exterior, apoderados militares, ONG, intelectuales y mercenarios armados. Washington se volvió hacia su inmenso, secreto y clandestino aparato de seguridad para debilitar a los socios comerciales de China. Washington depende desde hace mucho tiempo de sus lazos con gobernantes corruptos, disidentes, periodistas y magnates de los medios para proporcionar la cobertura más poderosa propagandística mientras avanza en su ofensiva militar contra los intereses de China en el exterior.

China no tiene nada para competir con el “aparato de seguridad” de EEUU debido a que practica una política de “no interferencia”. Dado el avanzado estado de la ofensiva imperial occidental, China ha adoptado tan solo unas cuantas iniciativas diplomáticas, tales como financiar algunas cadenas de medios en lengua inglesa para presentar sus puntos de vista, utilizando su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para oponerse a los esfuerzos de EEUU para derrocar el régimen de Asad en Siria y oponerse a la imposición de sanciones drásticas contra Irán. Repudió severamente el vitriólico cuestionamiento de la secretaria de estado de EEUU Hillary Clinton acerca de la “legitimidad” del estado chino cuando votó contra la resolución de EEUU y la ONU preparando un ataque contra Siria [7].

Los estrategas militares chinos son más conscientes de la situación y se sienten alarmados ante la creciente amenaza militar hacia China. Han pedido, y se les ha aceptado, un 19% de incremento anual en el gasto militar para los próximos cinco años (2011-2015) [8]. Incluso con este incremento, los gastos militares de China serán menos de la quinta parte del presupuesto militar estadounidense y China no tiene ninguna base en el exterior en marcado contraste con las más de 750 instalaciones de EEUU por todo el mundo. Las operaciones de inteligencia chinas en el exterior son mínimas e ineficaces. Sus embajadas se ocupan de estrechos intereses comerciales y no entendieron en absoluto la brutal política de la OTAN para cambiar el régimen en Libia y no informaron a Pekín de su importancia para el estado chino.

Existen otras dos debilidades estructurales que socavan el ascenso de China como potencia mundial. Esto incluye a la muy “occidentalizada” intelligentsia, que se ha tragado sin sentido crítico la doctrina económica estadounidense sobre el libre mercado mientras pasan por alto su militarizada economía. Esos intelectuales chinos repiten como papagayos la propaganda de EEUU acerca de las “ virtudes democráticas ” de las multimillonarias campañas presidenciales a la vez que apoyan la desregulación financiera que habría llevado a Wall Street a apoderarse de los bancos y ahorros chinos. Muchos asesores empresariales y académicos chinos se han educado en EEUU y están influenciados por sus lazos con los académicos estadounidenses y las instituciones financieras internacionales directamente vinculadas con Wall Street y la City londinense. Han prosperado como asesores bien remunerados que logran puestos prestigiosos en las instituciones chinas. Identifican la “liberalización de los mercados financieros” con las “economías avanzadas” capaces de profundizar los lazos con los mercados globales en lugar de ser una fuente importante de la actual crisis financiera global. Estos “intelectuales occidentalizados” son como sus homólogos los compradores del siglo XIX, que subestimaron y rechazaron las consecuencias a largo plazo de la penetración imperial occidental. Son incapaces de comprender cómo la desreglamentación financiera en EEUU fue lo que precipitó la actual crisis y cómo la desregulación va a llevar a que Occidente se apodere del sistema financiero chino, cuyas consecuencias redistribuirían los ahorros internos chinos en actividades no productivas (especulación inmobiliaria), precipitarían la crisis financiera y, en último término, socavarían la importante posición global de China.

Esos yuppies chinos imitan lo peor de los estilos de vida consumistas de Occidente, y sus puntos de vista políticos están influidos por esos estilos de vida e identidades occidentalizadas que excluyen cualquier sentido de solidaridad con su propia clase trabajadora.

Hay una base económica para los sentimientos pro-occidentales de los neocompradores chinos. Han transferido miles de millones de dólares a cuentas en bancos extranjeros, han comprado casas y apartamentos de lujo en Londres, Toronto, Los Ángeles, Manhattan, París, Hong Kong y Singapur. Solo tienen un pie en China (la fuente de su riqueza) y el otro en Occidente (donde consumen y esconden su riqueza).

Los compradores occidentalizados están profundamente empotrados en el sistema económico de China al tener vínculos familiares con los dirigentes políticos en el aparato del partido y el estado. Sus conexiones son más débiles en el ejército y en los crecientes movimientos sociales, aunque algunos estudiantes “disidentes” y activistas académicos de los “movimientos pro democracia” cuentan con el apoyo de las ONG imperiales de Occidente. En la medida en que los compradores van ganando influencia, van debilitando las fuertes instituciones estatales económicas que han dirigido el ascenso chino a potencia global, al igual que hicieron en el siglo XIX actuando como intermediarios para el Imperio británico. Proclamando el “liberalismo” del siglo XIX, 50 millones de chinos se volvieron adictos al opio en menos de una década. Proclamando la “ democracia y los derechos humanos ” , las cañoneras estadounidenses patrullan ahora frente a las costas de China. El ascenso de China, dirigido por las elites, a potencia económica global ha engendrado desigualdades monumentales entre unos miles de nuevos multimillonarios y millonarios en lo alto de la pirámide y cientos de millones de empobrecidos trabajadores, campesinos y emigrantes en la base.

La rápida acumulación de riqueza y capital de China ha sido posible a través de una intensa explotación de sus trabajadores a los que se despojó de sus anteriores redes de seguridad social y condiciones reguladas de trabajo que el comunismo garantizaba. Millones de hogares chinos han quedado desposeídos a fin de promover a los promotores/especuladores inmobiliarios que se han dedicado después a construir oficinas de alto nivel y apartamentos de lujo para las elites internas y extranjeras. Esos rasgos brutales de ascendente capitalismo chino han creado una fusión entre la lucha de las masas por un lugar de trabajo y por un espacio para vivir que es mayor cada año. El eslogan de los promotores/especuladores de “hacerse rico es maravilloso” ha perdido su capacidad de engañar a la gente. En 2011, había alrededor de 200.000 fábricas costeras urbanas que englobaban pueblos rurales. El próximo paso, que seguro se producirá, será la unificación de estas luchas en nuevos movimientos sociales nacionales con una agenda de clase exigiendo la restauración de los servicios educativos y sanitarios disfrutados bajo la era comunista así como una mayor porción de la riqueza de China. Las actuales demandas de mayores salarios pueden convertirse en demandas de mayor democracia en el lugar del trabajo. Para responder a estas demandas populares, los nuevos liberales compradores occidentalizados no pueden señalar hacia su “modelo” en el imperio estadounidense, donde sus trabajadores están inmersos en un proceso por el que les están despojando de los mismos beneficios que los trabajadores chinos están intentando recuperar.

China, asolada por un conflicto político y de profundización de los enfrentamientos de clase cada vez más profundo, no puede mantener su deriva hacia el liderazgo económico global. Las elites chinas no pueden afrontar la creciente amenaza militar imperial global de EEUU, con sus aliados compradores en la elite liberal interna, mientras en el país la sociedad está profundamente dividida con unas clases trabajadoras cada vez más hostiles. La época de explotación desenfrenada de la mano de obra china tiene que terminar para poder enfrentar el cerco militar estadounidense de China y el desbaratamiento económico de sus mercados en el exterior. China posee enormes recursos. Con más de 1.500 billones de dólares en reservas, China puede financiar un amplio programa sanitario y educativo nacional por todo el país.

China puede permitirse poner en marcha un “programa de vivienda pública” intensivo para los 250 millones de trabajadores que han emigrado del campo y que en la actualidad están viviendo en la miseria urbana. China puede imponer un sistema fiscal progresivo a sus nuevos multimillonarios y millonarios y financiar las pequeñas cooperativas agrícolas familiares y las industrias rurales a fin de reequilibrar la economía. Su programa de desarrollo de fuentes energéticas alternativas, como paneles solares y energía eólica, son un prometedor comienzo para abordar su grave contaminación medioambiental. La degradación del medio ambiente y los problemas relacionados con la salud están ya preocupando a decenas de millones de chinos. En última instancia, la mejor defensa de China contra las invasiones imperiales es un régimen estable basado en la justicia social para cientos de millones y una política exterior de apoyo a los movimientos y regímenes antiimperialistas en el exterior, cuya independencia es de vital interés para China. Lo que se necesita es una política proactiva basada en empresas mixtas mutuamente beneficiosas, incluida la solidaridad militar y diplomática. Hay ya un grupo pequeño, aunque influyente, de intelectuales chinos que están planteando la cuestión de la creciente amenaza militar estadounidense y están “diciendo no a la diplomacia de las cañoneras” [9].

La China moderna cuenta con multitud de recursos y oportunidades de los que no disponía la China del siglo XIX, cuando se vio subyugada por el Imperio británico. Si EEUU prosigue intensificando su política agresiva militarista contra China, Pekín puede poner en marcha una seria crisis fiscal inundando el mercado con varios de sus cientos de miles de millones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense. China, una potencia nuclear, debería contactar con su vecina Rusia, armada y amenazada por igual, para enfrentar y frustrar los belicosos comentarios de la secretaria de estado Hillary Clinton. El próximo presidente ruso Putin ha prometido incrementar el gasto militar del 3% al 6% del PIB en la próxima década para contrarrestar la ofensiva de bases de misiles de Washington en las fronteras de Rusia y truncar los programas de “cambio de régimen” de Obama contra sus aliados, como en el caso de Siria [10].

China tiene redes poderosas comerciales, financieras e inversiones por todo el planeta así como potentes socios económicos. Estos lazos se han convertido en algo esencial para el crecimiento continuado de muchos países en el mundo en desarrollo. Al enfrentarse a China, EEUU tendrá que enfrentar la oposición de muchas elites poderosas de mercado por todo el mundo. Pocos países o elites pensarían en vincular en el futuro sus fortunas con un imperio económicamente inestable y basado en el militarismo y en destructivas ocupaciones coloniales.

Es decir, la China moderna, como potencia mundial, es incomparablemente más fuerte que a principios del siglo XVIII. EEUU no tiene el apalancamiento colonial que el ascendente Imperio británico poseía en el período previo a las Guerras del Opio. Además, muchos intelectuales chinos y la inmensa mayoría de sus ciudadanos no tienen la intención de aceptar que los actuales “compradores occidentalizados” vendan el país. Nada aceleraría más la polarización política en la sociedad china y adelantaría la llegada de una segunda revolución social china que unos dirigentes pacatos sometiéndose a una nueva era de pillaje imperial de Occidente.

Notas:

[1] John Hobson, “The Eastern Origins of Western Civilization” (Cambridge UK: Cambridge University Press 2004).

[2] Ibid, Ch. 9 pp. 190-218.

[3] Ibid, Ch. 11, pp. 244-248.

[4] Richard Gott, “Britain’s Empire: Resistance, Repression and Revolt” (London: Verso 2011) for a detailed historical chronicle of the savagery accompanying Britain’s colonial empire.

[5] Hobson, pp. 253 – 256.

[6] Katrina Manson, “South Sudan puts Beijing’s policies to the test”, Financial Times, 21.02.201 2, p. 5.

[7] Interview of Clinton, NPR, 26.02.12.

[8] La Jornada, 15.02.2012 (Mexico City).

[9] China Daily (20.02.20 12).

[10] Charles Clover, “Putin vows huge boost in defense spending”, Financial Times, 12.02.2012.

Otros artículos de la República Popular China en Pueblo Trabajador Andaluz:

El papel internacional de China (KKE)





miércoles, 21 de marzo de 2012

La cuestión nacional y social desde una óptica juvenil durante la Insurrección Militar Fascista de 1936-1939






Encontramos un hueco en nuestras obligaciones militantes más urgentes para volver con un texto que sin duda creara polémica entre el marxismo-leninismo andaluz. Bienvenida sea si nos alumbra algo más el camino hacia el socialismo y la soberanía nacional. En unos momentos en que la clase obrera andaluza está sufriendo la intensificación de la explotación capitalista de nuestra tierra en sus propias carnes sabemos que es cuando muchos antiguos camaradas de lucha vuelven a preguntarse porqué dejaron de luchar. Sabemos que este sencillo blog está sirviendo para que algunos se re-encuentren con el camino antes abandonado y vuelvan al combate asumiendo nuevas reflexiones y análisis.


El texto que publicamos es un análisis sobre una cuestión fundamental; las tradición política y militante de la que nos reivindicamos. Escrito por Cristóbal García Vílchez y titulado "La cuestión nacional y social desde una óptica juvenil durante la insurrección militar fascista de 1936-1939" es un ejercicio de análisis inédito hasta ahora. Y nunca antes la izquierda antiimperialista andaluza había asumido situarse entre las distintas organizaciones juveniles anteriores al golpe del 36. El andalucismo revolucionario de Blas Infante nos ofrece unos referentes ideológicos indispensables y bastos, pero en el caso de la juventud el vacío hacía obligada este documento que ahora compartimos con nuestros lectores.


Por nuestra parte seguimos alimentando las tesis de la izquierda inconsecuentemente españolista, que nos descalifica atribuyéndonos un carácter pequeño burgués que solo ellos poseen con sus "restricciones ideológicas" para hacerle el caldo gordo al nacionalismo español. Escribió Cervantes aquello de "Ladran, luego cabalgamos".


_____________________________________________________________





La cuestión nacional y social desde una óptica juvenil durante la Insurrección Militar Fascista de 1936-1939


Este año, coincidiendo con el 75º aniversario de la fundación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), las juventudes del PCPE, los CJC, homenajeaban a quienes, según los CJC, “fueron el máximo exponente de organización y conciencia de la juventud combativa en el Estado Español.” (1). Esta campaña de homenaje y de identificación plena de la trayectoria de las JSU fue lo que me llevó a reflexionar sobre los referentes de uno de los colectivos comunistas de carácter estatal que hoy día suman mayores fuerzas militantes. No sólo eso, sino además, a investigar el papel de las JSU durante el contexto de Insurrección Militar Fascista (2) entre 1936-1939 y sus estrategias, teoría y práctica ante lo que se estaba produciendo en el Estado Español de la época.

La II República Española y el estallido de la Insurreción Militar Fascista

La II República Española, si por algo se caracterizó, fue por seguir manteniendo la estructura de dominación colonial que le había precedido. Pese a las afirmaciones románticas de la izquierda españolista, la II República Española, más allá de nomenclaturas, progresismo burgués y reformas, no supuso ni conllevó ningún cambio consustancial en la situación de la clase obrera y campesina andaluza.

La Constitución de la II República Española en su Título Primero, Organización Nacional, artículo nº8, decía lo siguiente: “El Estado Español, dentro de los límites irreductibles de su territorio actual, estará integrado por Municipios mancomunados en provincias y por las regiones que se constituyan en régimen de autonomía.

Los territorios de soberanía del norte de África se organizarán en régimen autónomo en relación directa con el Poder central”.

En su artículo nº13, acerca de las “autonomías”, decía lo siguiente: “En ningún caso se permite la instauración de regiones autónomas”.

Estos dos artículos muestran claramente el carácter colonialista y continuador del Imperio Español de la II República Española. A las colonias africanas, “territorios de soberanía”, se les otorgaba un régimen “autónomo”. Pero resultan ser conceptos contradictorios el de autonomía y el de colonialismo. El primero es real si un Pueblo es libre y soberano para ser autónomo, sin ser un sujeto sometido a un poder exterior e impuesto. El segundo, es antagónico al concepto de autonomía y es el que ha caracterizado la estructura territorial, política y económica de todos los estados españoles hasta la actualidad. En consideración de estas premisas, defender, celebrar, u homenajear a la II República Española es, como mínimo, una traición a todos los pueblos bajo el yugo imperialista español. Y en cuanto a las organizaciones revolucionarias se refiere, dicta mucho de la lucha anticolonialista y antiimperialista que toda organización marxista-leninista ha de emprender sin excusas.

La II República Española, como los anteriores estados españoles, basaron su sistema de dominación en dos ejes centrales: unidad de la patria y propiedad privada. Y estos dos ejes centrales fueron los que, tras sucesivos gobiernos de un color y otro –todos ellos sometidos a legalidad burguesa españolista- fueron allanando el camino para la irrupción del fascismo que acabaría con la burguesa y colonialista II República Española. De hecho, pese a las reformas que “amenazaban” los privilegios de terratenientes, Iglesia Católica y burguesía, ésta seguía situándose en un lugar privilegiado respecto a las clases populares de los distintos pueblos oprimidos por el Estado Imperialista Español. El problema, tanto en la pasada década de los treinta, como ahora, no era de reforma; sino de Revolución. El problema, ayer como hoy, no era de mayor o menor grado de “autonomía”; sino de Independencia. Y el problema, en la II República Española como en el Régimen Borbónico Español actual, no es coyuntural, sino estructural. No es el tipo de “España”, sino la propia España.

La II República Española no podía sobrevivir sin apagar todo intento revolucionario a través de la violencia característica de todo régimen españolista. Era, en la práctica, un estado colonial y reaccionario que seguía impidiendo la liberación nacional de los pueblos oprimidos y la liberación de clase de las clases obreras andaluza, castellana, gallega, catalana, vasca, cántabra, asturiana, aragonesa, valenciana, balear, extremeña, canaria, rifeña, saharaui y guineana. Era una estructura de dominación que sólo podía mantenerse por medio de la fuerza y la dependencia. Como anécdota, habría que preguntar a aquellas y aquellos militantes de la izquierda españolista, cómo se atreven a defender la independencia del Sáhara de su opresor marroquí, y acto seguido, enarbolar una bandera que representa a un estado que como Marruecos, oprimía, subyugaba y negaba la soberanía nacional y popular del Pueblo Trabajador Saharaui.

Todo plan revolucionario y emancipador fue ahogado por las Fuerzas de Ocupación Españolas: Octubre de 1934 en Asturias, Casas Viejas en el 11 de enero de 1933… todas estas tentativas fueron reprimidas por las fuerzas de “orden” de la II República Española. Aquellos actos de rebelión fueron enfrentados por la misma jerarquía militar que años más tarde organizaría el Golpe de Estado que dio lugar a la Insurreción Militar Fascista.

Se hace necesario romper con toda la mitología republicano-estatalista españolista que en nuestra tierra niega la situación histórica de dominio colonial que el Estado Español ha ejercido y sigue ejerciendo como tal. Tanto en su forma republicana como monárquica. España fue, es y será un instrumento de dominio de sus clases dominantes contra los pueblos y las clases trabajadoras. La izquierda españolista no sólo oculta esta realidad, sino que trata de esconderla tras teorías antidialécticas que nada tienen que ver con organizaciones marxistas revolucionarias. Uno de los mayores teóricos marxistas que analizaron la cuestión nacional desde una perpesctiva de clase, V.I. “Lenin”, dijo lo siguiente: “El error de la izquierda centralista reside en el hecho que por temor a hacer el juego al nacionalismo burgués de las naciones oprimidas ha beneficiado no solamente al nacionalismo burgués, sino también al nacionalismo ultrareaccionario de la nación opresora” (3). El tercerrepublicanismo españolista no sólo beneficia a la burguesía española, sino que además afianza y legitima el modelo territorial y económico colonial.

La II República Española, como la actual monarquía constitucional heredera de la dictadura franquista, se caracterizó por no llevar a cabo una depuración en las instituciones estatales. No hubo ruptura democrática, como en el actual Estado. Sólo un lavado de cara y un sueño ilusorio para volver a engañar a las clases populares y hacer así que aceptasen el nuevo “cambio” para que nada cambiase. Después de todo y pese a meras mejoras genéricas, la realidad era más España y más Capitalismo. Fue ésta una situación propensa para el alzamiento militar fascista. Cuando quienes formaban parte de las Fuerzas de Ocupación Españolas visualizaban una hipotética pérdida de privilegios de las clases dominantes, comenzaron a organizar un cambio de orden que garantizase el poder absoluto de la burguesía, la unidad territorial y el sometimiento de las clases trabajadoras. Fue la II República Española la principal responsable de la Insurrección Militar Fascista al mantener en sus órganos a individuos que no renunciaban a un cambio de modelo más reaccionario aún que el republicano español. Como consecuencia, el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936.


Las JSU, la JCI y la cuestión unitaria durante el período de 1936-1939

Las JSU eran las juventudes unificadas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del Partido Comunista de España (PCE). Éstas pertenecían a la Internacional Juvenil Socialista (IJS) e intentaron el acercamiento y entendimiento con la Internacional Juvenil Comunista (IJC). Tras el estallido de la guerra, las JSU siguieron la táctica del Frente Popular defendida por la Internacional Comunista dirigida y controlada por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Esta táctica fue puesta en marcha en el campo juvenil con el Frente de la Juventud que, en la práctica, venía a unir a las organizaciones juveniles de clase con las organizaciones juveniles republicanas de carácter pequeño-burgués. Unidad en torno a defender la “República democrática” frente a las agresiones del fascismo español e internacional. Tras el Congreso Nacional de las JSU celebrado en Valencia en 1937, la táctica de Frente de la Juventud fue superada por la Alianza Nacional de la Juventud Española para la defensa de la patria y se tomó la decisión de admitir en las listas de las JSU a cualquier joven español, sin distinción de clases o ideología.

La proclama defendida tras el Congreso de Valencia, era “unidad de toda la juventud española en una única organización” (4) y la unidad pasaba por aceptar a todo joven “español”; comunistas, socialistas, republicanos, burgueses, católicos e incluso a los fascistas descontentos con la política de Franco. Así es como las JSU daban la espalda a toda coherencia revolucionaria subordinando sus intereses de clase a la defensa de la patria españolista y de la República burguesa. La reconciliación de clases, incluso en tiempos de enfrentamiento bélico, debe ser rechazada por todo marxista revolucionario/a.

Por el contrario, ante esta deriva reformista e interclasista de las JSU en pleno enfrentamiento armado entre las clases trabajadoras y el fascismo levantado en armas, existía una alternativa de clase, marxista-leninista y unitaria; ésta era la Juventud Comunista Ibérica (JCI), las juventudes del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). En contraposición a la táctica reformista, españolista y de colaboración entre clases llevada a la praxis por las JSU, la JCI luchó por unificar a toda la juventud obrera y revolucionaria del Estado Español en el Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria, que integraban las JCI y las Juventudes Libertarias. Aquí no se contemplaban “unidades” con enemigos declarados de la clase obrera, ni siquiera la subordinación de la lucha revolucionaria hacia parámetros reformistas y legitimadores del orden burgués republicano. En el Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria la disyuntiva era clara e inequívoca: fascismo o socialismo. Por su parte, la JCI, tenían claro que la prioridad de la juventud revolucionaria y marxista no era la de defender la “República democrática” sino de luchar por la República Socialista.

La JCI no rechazaba el ingreso de las juventudes republicanas en el Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria, pero como premisa y condicionante para tal hecho, las organizaciones republicanas debían de aceptar el carácter de clase y revolucionario del Frente así como sus objetivos.

Guerra y Revolución eran y son inseparables

No eran pocos los motivos que hacían diferentes las estrategias y tácticas reformistas, interclasistas y españolistas de las JSU respecto a la lucha revolucionaria y comunista de la JCI. Las JSU, al igual que todos los partidos defensores del régimen republicano burgués, subordinaron su política revolucionaria a la política reformista de la Internacional Comunista. La táctica del Frente Popular defendida por ésta, fue puesta en marcha por las organizaciones y partidos que formaban parte de la Internacional Comunista. Y la política de Frente Popular entregaba la revolución a la burguesía para defender el sistema de dominación capitalista establecido. Mientras que Hitler y Mussolini apoyaban con soldados, armamento, aviones y barcos a los fascistas dirigidos por Francisco Franco, el gobierno del Frente Popular francés y la URSS se declararon neutrales. Tal neutralidad conllevaba la traición de estos dos gobiernos no sólo a la lucha a muerte entre las clases obreras de los distintos pueblos oprimidos por el Estado Español y la insurrección fascista, sino a toda la clase obrera del mundo. Porque como se podía prever, el triunfo del fascismo español sería un escenario de ensayo para lo que vendría después de la mano de la Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón imperialista: la II Guerra Mundial.

Pero el gobierno soviético, finalmente, se vio obligado a apoyar al gobierno republicano gracias a la presión de la población soviética con espíritu internacionalista y solidario. Esta apoyo estaba condicionado desde su origen, ya que el gobierno soviético dirigido por Stalin, comenzó a interferir en el curso de la guerra a cambio de su ayuda. De nuevo, se traicionaba la revolución a cambio de quehaceres que nada tienen que ver con el internacionalismo proletario y la solidaridad entre pueblos. La JCI saludaba el apoyo de la URSS, pero no aceptaba la injerencia del gobierno soviético en la lucha que se estaba llevando a cabo en esos momentos. La crítica revolucionaria de la JCI al papel de control llevado a cabo por la URSS, le supuso la persecución y el comienzo de una campaña de difamación y criminalización que llevaría primero a la censura de su propaganda como organización juvenil del POUM, y después a la eliminación física de muchas y muchos de sus militantes. La defensa del Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria, la unidad del antifascismo ejemplificada por comunistas y anarquistas, la denuncia de la táctica reformista y patriotera de las JSU y la Alianza Nacional de la Juventud, les costó caro. Ni el Gobierno Republicano Español ni la URSS stalinista iban a aceptar ninguna crítica revolucionaria a la deriva interclasista que entregaba al fascismo el poder.

El POUM y la JCI tenían muy claro que la Guerra y la Revolución eran inseparables. Y esto lo llevaron a cabo en el curso de la guerra; colectivizando fábricas, tierras y medios de comunicación, construyendo escuelas populares, creando las milicias que supondrían el germen de un verdadero Ejército Rojo, etc… Eran partidarios de hacer la Revolución en la retaguardia y de luchar hasta la muerte en el frente. Entendían que la proclama cortoplacista y reformista defendida por el Frente Popular de “primero ganar la guerra, después ya veremos” ponía en peligro las conquistas revolucionarias que tanto la CNT como el POUM habían consumado. El gobierno del Frente Popular sabía de los avances del POUM y la CNT y por ello inició una campaña de criminalización y represión contras ambas organizaciones; eliminación del POUM del gobierno de la Generalidad, cierre de periódicos y radios de la CNT y el POUM, persecución de sus milicias… éstas eran muchas de las acciones que el Gobierno Republicano Español tomó contra las únicas organizaciones revolucionarias que plantaron cara al fascismo sin traicionar a la clase obrera con tácticas reformistas que allanaban el camino para la toma de poder fascista.

Defender que Guerra y Revolución eran inseparables como lo hacía el POUM y sus juventudes, propició la criminalización y represión por parte del PCE y el PSUC como partidos reformistas al servicio de la burguesía republicana. Sostener, como hacían las JSU, el PCE y todas las organizaciones y partidos del Frente Popular, que la guerra primero, suponía entregar la victoria al fascismo. Traicionar a la clase obrera dando ejemplo así de su actitud sumisa respecto a la burguesía. Partidos como el PCE, no sólo traicionaron a la clase obrera durante la llamada Transición sino también durante la guerra llegando a la eliminación física de verdaderos ejemplos de coherencia revolucionaria y disciplina comunista. No sólo acabaron con comunistas, también con anarquistas. Así hicieron posible la victoria del fascismo y la derrota de la clase obrera. De aquellos lodos, proceden estos barros.

La cuestión nacional en el transcurso de la guerra

La cuestión nacional, si bien ya en aquella época y contexto era abordada por algunas organizaciones y movimientos soberanistas y revolucionarios de Cataluña, Galicia y País Vasco, para las organizaciones de carácter estatal y españolista seguía siendo una cuestión ajena a la lucha de clases. En esa misma línea se encontraban las JSU. Veíamos antes cómo esta organización defendía la “alianza de toda la juventud española por la defensa de la patria” en un claro ejemplo del españolismo más reaccionario y reformista. Recuerdan estas palabras a las de los partidos socialdemócratas de la II Internacional cuando defendían la participación de los y las socialdemócratas en la I Guerra Mundial en “defensa de la patria”. Hecho que llevó a Lenin a defender la ruptura con la II Internacional reformista y proimperialista y posteriormente trabajar por la creación de la Komintern (Internacional Comunista). Tanto unos como otros, renunciaron a sus principios comunistas y a la lucha entre clases para entregar sus esfuerzos a la burguesía en el poder. Tanto unos, como los otros, defendían inconsciente o conscientemente estados imperialistas que oprimían a distintos pueblos sin derecho a ser libres y soberanos.

Las JSU eran tan españolistas como hoy lo son las UJCE, las JCE (m-l) o los CJC. Siguen organizándose en torno a las fronteras coloniales españolas, siguen enarbolando banderas imperialistas republicanas, y, lo más importante, siguen sin comprender la importancia de afrontar la lucha por la liberación nacional como un componente más de la lucha de clases. La lucha de cualquier revolucionario y revolucionaria contra toda tipología de opresión no es una opción, sino un deber para con la Revolución Proletaria. La lucha de clases en el Estado Español, está enormemente influenciada por el carácter colonial e imperialista de este estado. España es Capitalismo y Capitalismo es España. España nace para negar, explotar y someter, y no podrá ser más que negación, explotación y sometimiento. Por tanto, luchar por la III República Española, no sólo supone autoreconocerse como continuadores de la I y II Repúblicas Españolas, sino seguir manteniendo el colonialismo como forma de Estado. Por tanto, no es atrevida la afirmación de que nos encontramos, como en el contexto de 1936-1939 con las JSU, con organizaciones que en la actualidad siguen cometiendo los mismos errores y confundiendo a la juventud andaluza en sus tareas revolucionarias y emancipadoras.

De nuevo hay que hablar de la JCI. La JCI defendía como organización revolucionaria y marxista, el derecho de autodeterminación de los pueblos y la independencia política de los mismos, esto es; a crear su propio Estado. La JCI en plena guerra, proclamaba la instauración de la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas, rompiendo así con el marco territorial y estatal españolista y defendiendo la creación de no una, sino de múltiples repúblicas socialistas: andaluza, gallega, vasca, catalana, asturiana, castellana… ésa era la diferencia en cuanto a la cuestión nacional de las imperialistas y reformistas JSU y de la comunista y soberanista JCI. Teniendo en cuenta las diferencias entre unas y otras organizaciones juveniles, nuestro ejemplo no pueden ser, como para los CJC, las reformistas e imperialistas JSU, sino, por el contrario, la Juventud Comunista Ibérica defensora de la independencia y el comunismo para todos los pueblos oprimidos.

Resulta sintomático que organizaciones que supuestamente defienden el “derecho de autodeterminación” hagan homenajes a organizaciones que tanto en la teoría como en la praxis, se opusieron a ello. Organizaciones que luchaban por “la defensa de la patria y la unidad de todos los jóvenes españoles”. Para los CJC, el reformismo y el españolismo son “ejemplos de unidad” y realizan llamamientos al resto de organizaciones “comunistas” a “recuperar la senda que comenzaron las JSU hace 75 años”. (1) Queda todo dicho cuando vemos qué referentes tienen organizaciones como los CJC, y hemos de dejar claro que en Andalucía, luchar por la recuperación de nuestra Soberanía Nacional y la Revolución Socialista, no es añadir el adjetivo “andaluz” a campañas estatales. A cambiar nomenclaturas órganicas, porque son muestras de la incapacidad de esas organizaciones de romper con el españolismo militante del que hacen gala. Mientras que una organización no analice, se organice, y luche en torno a las fronteras naturales e históricas del Pueblo Trabajador Andaluz, no dejará de ser una sucursal española en Andalucía. Se limitará a agregar el adjetivo “andaluz” a sus campañas pero, más allá de lo superficial, seguirá siendo una organización españolista legitimadora del sistema de esclavitud capitalista y del Estado Imperialista Español.

Cristóbal García Vílchez


Notas: (1) Documento de los CJC homenajeando a las JSU en su 75º aniversario

(2) Término utilizado por organizaciones como el POUM para referirse a la llamada por la historiografía españolista “Guerra Civil”.

(3) “Sobre el internacionalismo proletario” V.I “Lenin”.

(4) “Tres años de lucha” José Díaz.