domingo, 12 de febrero de 2012

La cultura nacional andaluza no es una cultura de la burguesía




El nacionalismo español embozado de "socialismo científico" del que ha hecho gala buena parte de la izquierda estatal ha motivado que generaciones enteras de luchadores/as andaluces/zas hayan dejado de lado elementos esenciales de su propio contexto, como la cultura andaluza, en nombre un un internacionalismo mal entendido y peor ejecutado. Miles de casos, algunos de los cuales conocemos bien de cerca, renunciaron a su acervo cultural para abrazar, por ejemplo, el hippismo y otras corrientes de presunta "contracultura" importadas del mundo anglosajón. En este proceso han sido utilizadas posiciones economicistas apoyadas en un positivismo decimonónico para negarle a buena parte del Pueblo Trabajador Andaluz el análisis adecuado y la utilización de la cultura nacional andaluza como herramienta revolucionaria. El trabajo de nuestro camarada Juanfe Sánchez  titulado "La cultura nacional andaluza no es cultura burguesa" (publicado inicialmente en el número 55 de la revista Independencia) realiza ese análisis prohibido para miles de comunistas andaluces/zas. Unas generaciones que se han visto influídas por unas direcciones imbuídas de españolismo, dejando vía libre a la distorsión y manipulación de la cultura nacional andaluza por la burguesía latifundista y sus aliados, deseosos de prostituir un legado que el Pueblo Trabajador Andaluz ha construido durante siglos hasta terminar con él.

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La cultura nacional andaluza no es una cultura de la burguesía

Muy al contrario de lo que suelen pregonar los que pretendidamente desde posiciones revolucionarias afirman que la defensa de toda cultura e identidad es algo burgués y contrarrevolucionario, me gustaría poner en conocimiento de muchos lectores y de todo aquel que lo desee, algunas claves que nos van a ayudar a comprender la falsedad de dichas afirmaciones, basándome en algunos marcadores fundamentales de la cultura e identidad nacional andaluza y demostrando que esa legítima e inalienable defensa y autoreconocimiento que corresponde a cada pueblo, aquí en Andalucía, lejos de tender hacia posiciones interclasistas, conducen a posturas de clara índole revolucionaria.

Estoy en total desacuerdo tanto con quienes, desde un materialismo reduccionista dicen que “Andalucía no existe”, como con quienes dicen que “la defensa de toda cultura, nación o liberación nacional es algo burgués”, como con quienes dicen que “la causa de Andalucía no es de izquierdas ni de derechas”. En Andalucía, estas afirmaciones carecen de sentido, pues vamos a ir viendo, a través de algunos marcadores culturales e identitarios más importantes de Andalucía, cómo la cultura e identidad nacional andaluza son de raíz eminentemente popular, antiburguesa, anti-estatal.

Algunos de estos marcadores que vamos a analizar son: el Flamenco, la Arquitectura Popular, la actitud de rechazo a la inferioridad, la modalidad lingüística, los modos de lucha o la artesanía y otras técnicas industriales populares.

¿Qué es la cultura e identidad nacional de Andalucía?

La cultura nacional andaluza es la cultura popular andaluza, cosa que ya de por sí marca un distanciamiento radical en la influencia de las élites en dicha cultura del pueblo, en nuestra cultura nacional andaluza. El reconocimiento de tal hecho, viene por tanto, lógicamente, a cuestionar el papel de las clases dominantes y por ende la influencia de éstas en la conformación de dicha cultura. Como afirma Isidoro Moreno: “desde el primer momento de aproximación consciente, la cultura andaluza se dibujaba básicamente como cultura popular, como producto y expresión de la experiencia de las clases dominadas”. (1)

La cultura y la identidad nacional que ha creado Andalucía para sí misma está totalmente alejada de la participación e influencia burguesa, cosa que contrasta con la visión antidialéctica, materialista reduccionista y una estrecha visión del hecho nacional por parte de no pocos que se reclaman de izquierdas y revolucionarios tanto en Andalucía como fuera de ella.

El mismo hecho de la liberación nacional de Andalucía, en su más mínimo y amplio sentido, ya implica y liga el problema social y el nacional. La tierra, en Andalucía, es madre de todo régimen. De igual forma que implica que no hay libertad nacional sin libertad social, ni libertad social sin libertad nacional.

En base a esto es menester añadir estas vivas y lúcidas palabras de Franz Fanon: “la burguesía colonialista, cuando advierte la imposibilidad de mantener su dominio sobre los países coloniales, decide entablar un combate en la retaguardia, en el terreno de la cultura, de los valores, de las técnicas, etc. Pero lo que no hay que perder nunca de vista es que la inmensa mayoría de los pueblos colonizados es impermeable a esos problemas. Para el pueblo colonizado, el valor más esencial, por ser el más concreto, es primordialmente la tierra: la tierra que debe asegurar el pan y por supuesto, la dignidad. Pero esa dignidad no tiene nada que ver con la dignidad de la “persona humana”. Esa persona humana ideal, jamás ha oído hablar de ella. Lo que el colonizado ha visto en su tierra es que podían arrestarlo, golpearlo, hambrearlo impunemente; y ningún profesor de moral, ningún cura, vino jamás a recibir los golpes en su lugar ni a compartir con él su pan. Para el colonizado, ser moralista es, muy concretamente, silenciar la actitud déspota del colono, y así quebrantar su violencia desplegada, en una palabra, expulsarlo definitivamente del panorama (…) Digámoslo: el colono sabe perfectamente que ninguna fraseología sustituye a la realidad”. (2)

De la misma forma podemos, parafraseando a Franz Fanon, decir que la burguesía descendiente de conquistadores, de colonos, en Andalucía (la duquesa de Alba es un ejemplo de esta descendencia) más la burguesía local que colabora con ellos, repudiando su origen e identidad, ya tiene en Andalucía  a un pueblo sin tierra, desconocedor de su identidad, alienado de múltiples forma. Son ellos, los descendientes de colonos, y los propios renegados andaluces, los responsables de que los andaluces hayan sido y sigan siendo arrestados, golpeados, hambreados, insultados, humillados…mientras ninguno de estos políticos, empresarios, oportunistas de salón, explotadores, cuerpos de represión, etc. que son los baluartes del dominio españolista sobre el País Andaluz que asegura su subordinación y dependencia, su sumisión y subdesarrollo, jamás han compartido el pan con él, o han dejado de creer, por un solo momento siquiera, que los andaluces fueran algo más que un pueblo vago, fiestero y perezoso, un pueblo incapaz; no han dejado de creer ni paran de afirmar que Andalucía sea algo más que un simple trozo de tierra con vasallos incluidos (y excluidos) para ser dominada. Algo a lo que eterna y lógicamente nos oponemos los andaluces y andaluzas de conciencia, los patriotas andaluces/zas. Digámoslo: el Estado Español, los españolistas saben, y especialmente sus adalides de represión, españolización y militarización, que ninguna fraseología, bandera, identidad artificial u otra artimaña, sustituye a la realidad ni al lógico destino de Andalucía como Nación Libre. Y siempre, de fondo, la tierra. En el medio rural andaluz no se habla de otra cosa como solución al paro, la crisis y el capitalismo: que la tierra andaluza sirva para dar trabajo, riqueza y prosperidad a todos los andaluces y para que esto sea así la tierra, así como los medios de producción y distribución, tienen que estar en manos de los trabajadores andaluces.

Cabe recordar estas otras palabras de Jean Paul Sartre: “el arma de un combatiente es su humanidad (…) el superviviente, por primera vez, siente un suelo nacional bajo la planta de los pies. En ese instante, la Nación no se aleja de él; se encuentra donde quiera que él está –nunca más lejos, se confunde con su libertad.”
Un breve repaso histórico.

El proceso de formación de la identidad andaluza en los últimos 5 siglos ha venido marcada indisociablemente por nuestra subordinación violenta e impuesta al Imperio de Castilla, luego Estado Español. 

No fueron los sectores de la aristocracia andalusí quienes recogieron el testigo de la llama de la libertad de Andalucía. éstos se integraron en buena parte en los intereses junto a la nobleza conquistadora. Fueron por el contrario, el pueblo llano, el pueblo trabajador andaluz de entonces, quienes se alzaron contra los atropellos que contra ellos se cometían y contra su exterminio como pueblo. Los guerrilleros andaluces de aquella época, los monfíes, eran en su mayoría cuatreros, braceros, gente dedicada a sus oficios y labores, no gente de la nobleza o alta aristocracia andalusí, si exceptuamos la heroica participación de Aben Humeya, caballero 24 de Granada, durante las sublevaciones moriscas en la segunda mitad del siglo XVI. Era pues, sobre el pueblo trabajador donde recaían todo y el peor de los sufrimientos; ellos eran no sólo los herederos lógicos para llevar a cabo la liberación de Andalucía, sino quienes efectivamente defendieron ardorosamente hasta donde pudieron la Liberación de Andalucía, pero también su liberación social.

En el mismo transcurso de estas agitaciones, años arriba, años abajo, se suceden también manifestaciones y revueltas antiseñoriales que no indican la presencia de burguesía andaluza alguna. Y si la indican es para manifestar, a pesar de la distinta intensidad con que se manifieste dicha liberalidad que manifestara dicha burguesía, la tremenda disociación con las aspiraciones y necesidades populares de las masas levantadas.

El resurgimiento de la identidad andaluza ya por el siglo XIX no viene de la mano solamente de algunos intelectuales (en su mayoría de clase burguesa pero intensos curiosos y vividores de lo social y lo popular), sino también de los revolucionarios cantonalistas y el federalismo de tipo proudhoniano predominante en la clase obrera andaluza.

Ya desde el principio de la toma de conciencia de identidad andaluza y las investigaciones científicas e identitarias sobre Andalucía, se advirtió que, por la propia naturaleza de dicha cultura e identidad nacional, sería el pueblo trabajador andaluz el más indicado para portar, levantar e identificar dicha identidad y cultura.

Así lo expresó Machado Álvarez, donde propugnaba un carácter no academicista ni elitista en la conformación de la Sociedad El Folk-Lore Andaluz: “nuestra sociedad no puede componerse sólo de eruditos y literatos; antes bien, necesita del concurso de todos y muy especialmente de la gente del pueblo: el ideal de nuestra sociedad es contar con representantes y obreros en todos los pueblecillos y aldeas, y aun, a ser posible, en todas las haciendas, cortijos y caseríos: que allí donde haya siquiera un rústico, allí hay conocimientos y sentimientos y deseos que nos importa conocer y traer a la vida”. (3) Pero Machado Álvarez fue más lejos, diciendo que no podía haber ninguna sociedad del Folk-Lore Español, si no era por la federación –voluntaria, evidentemente- de las distintas sociedades andaluza, castellana, vasca, catalana, gallega…fue su fin.

Isidoro Moreno opina al respecto de la metodología de Machado Álvarez y la sociedad el Folk-Lore Andaluz: “nada más lejos de la consideración del pueblo como simple objeto de estudio, como fetiche despersonalizado, como si de cual marioneta de circo se tratase; se apuesta y se propugna en consecuencia, que sea el pueblo el sujeto mismo de su propia investigación y conocimiento.

Los estudios folklóricos y antropológicos sobre Andalucía no podían interesar, dado su carácter y la propia estructura de clases andaluza, a la burguesía regional ni a los círculos académicos que habían vuelto casi a monopolizar las fuerzas ideológicas más conservadoras al servicio de aquélla. No hubo ningún apoyo y ni siquiera interés hacia el proyecto más importante que se había planteado en todo el conjunto del estado español para el conocimiento, sobre bases científicas, de la realidad sociocultural popular.

…¿porqué esta labor, que indudablemente estaba  a la cabeza de las de su género en el estado español, no desembocó en la toma de conciencia por parte del pueblo andaluz, o al menos de una clase social concreta, de la identidad de Andalucía?

…Las razones para ello deben buscarse  en las propias características de la formación social andaluza y de su estructura de clases, que, por una parte, no permitieron el acercamiento entre el movimiento intelectual y los muy importantes movimientos sociales andaluces –en especial el de los obreros agrícolas- y, por otra, tampoco posibilitaron una conexión estrecha entre dicho movimiento intelectual y el movimiento político federalista andaluz.

…Desde 1873 no existía ya en Andalucía, ni ha existido más tarde, ningún sector de la burguesía cuyos intereses fueran en determinados momentos contradictorios con los defendidos por la oligarquía centralista, cosa que sí ha sucedido en ocasiones en Cataluña y otros lugares.

…Esta estrategia, plenamente de acuerdo con la defensa de las estructuras sustentadoras de su poder, era contraria a cualquier apoyo a la afirmación cultural y política de Andalucía.

……por el contrario, sí existen  en Andalucía elementos culturales específicos cuyo conocimiento consciente, lejos de poder servir para convertirlos en símbolos comunes de las distintas clases, pone de manifiesto la propia estructura de clases, con el enfrentamiento objetivo de intereses entre la burguesía y las clases trabajadoras, al ser expresiones de la experiencia colectiva del pueblo. El análisis de Machado y Álvarez, en relación al significado del cante flamenco, o la descripción de Machado y Núñez de la alimentación de los obreros en las zonas latifundistas, son dos buenas pruebas de lo que decimos. De aquí el desinterés y la hostilidad hacia quien quería poner de manifiesto la realidad y el significado de la cultura popular andaluza.” (4)




Algunos marcadores culturales nacionales de Andalucía

El Flamenco

Uno de los marcadores fundamentales de la identidad nacional andaluza, el flamenco, no puede catalogarse como algo por encima de derechas ni izquierdas, si por izquierda entendemos, como yo entiendo, las ideas, las aspiraciones, los valores políticos y prácticos tanto de las clases populares andaluzas como del movimiento teórico que  la sustenta y que se sobre-entienden sobre ella. El flamenco, como música nacional andaluza no nace en los laboratorios burgueses, sino en viejos sufrimientos provocados por la conquista de Andalucía, nace en la fragua, en las duras faenas del campo, entre los bandoleros, en las oscuras soledades de la noche, de la explotación, de la humillación, de las penas. No hay cultura nacional y popular en la península ibérica que sea tan radicalmente revolucionaria como la andaluza.

El Flamenco, además de ser nuestra música melismática nacional por excelencia y uno de los marcadores fundamentales de la cultura e identidad nacional andaluza, es, a su vez, un fenómeno de resistencia popular.

Es un mundo obligadamente cerrado a la lógica de mercados, actitudes e intereses que generen injusticia. La represión de siglos condicionó este grito, esta música, nuestra Historia. Entendemos que somos, pues, personal y colectivamente, un producto histórico que debe de comprender primero de donde venimos para saber donde estamos y hacia donde queremos ir en un futuro, desde nuestro presente.

Según Isidoro Moreno: “El Flamenco es una de estas expresiones específicas de la cultura andaluza contemporánea que cristalizó en la segunda mitad del siglo XVIII, y a través del siglo XIX, de forma paralela y estrechamente relacionada con el propio proceso de consolidación del nuevo sistema económico y social representado por el capitalismo, con la consiguiente proletarización de amplias capas sociales andaluzas, sobre todo en el campo y en los barrios populares de las ciudades importantes. No es casual, por tanto, que el cante –que recogía e integraba en una estructura peculiar elementos culturales de diversos horizontes. (5)

Sekou Touré, durante su comunicación dirigida al segundo Congreso de Escritores y Artistas Negros, celebrado en Roma en 1959 expresaba certeramente: “no basta con escribir un canto revolucionario para participar en la revolución africana, hay que hacer esa revolución con el pueblo. Con el pueblo, y los cantos vendrán solos y por sí mismos.

Para realizar una acción auténtica, hay que ser una parte viva de África y de su pensamiento, un elemento de esa energía popular movilizada toda para la liberación, el progreso y la felicidad de África. No hay lugar, fuera de ese combate único, ni para el artista ni para el intelectual que no esté comprometido y totalmente movilizado con el pueblo en el gran combate de África y de la humanidad que sufre.”

Para Isidoro Moreno “la cultura andaluza posee muy importantes elementos y, sobre todo, rasgos estructurales que la hacen ser hoy, objetivamente, una cultura de resistencia. Estos rasgos estructurales más relevantes: el fuerte antropocentrismo, que tiende a situar, en cualquier interacción social, las relaciones humanas personalizadas en muy primer término, por encima de los contenidos concretos de los roles de cada actor social; la negativa a interiorizar en un nivel simbólico la inferioridad individual y colectiva, aunque ésta pueda ser evidente en las otras dimensiones de la existencia (económica, social, y política); y el acentuado relativismo o, si se quiere, pragmatismo respecto a creencias e ideologías, siempre que ello no afecte a la autoestima o se hayan convertido en referentes de identificación, son rasgos que se sitúan en el polo opuesto a los que genera la lógica del mercado. La mayor parte de las orientaciones cognitivas, de los valores, códigos y expresiones de la cultura andaluza en que aquellos se concretan, en una rica variedad de formas, son completamente ajenas a la mercantilización de la vida que implica la dinámica de la globalización.” (6)


Arquitectura popular

La arquitectura popular andaluza, como parte de la arquitectura tradicional de Andalucía, y éstas a su vez, de la cultura andaluza, es mayoritaria aún en el medio rural andaluz. Desde el poder, se la quiere dejar reducida a una serie de clichés sin mayor implicación: paredes blancas, ventanas enredadas, zaguanes de ricos azulejos o patios y dores. Poco o nada se habla de quienes las construyeron y habitaron, pero su análisis y visión nos hablan de las clases populares andaluzas: no se puede ignorar o silenciar a los jornaleros y pequeños propietarios jornaleros. No se puede entender y explicar la arquitectura popular andaluza en clave capitalista o burguesa.

Pese a toda la riqueza cultural y la evidencia de clases que pone en contradicción la misma existencia de la arquitectura popular andaluza, con toda su potencialidad revolucionaria, pocos testimonios de la cultura nacional andaluza están tan amenazados como ella. 

Las razones y necesidades funcionales de hoy en día no son las mismas de hace 50 o 100 años, por lo que la desaparición de algunos elementos que antes eran propios e indisociables de la arquitectura popular andaluza, parecen ser inevitables. El reto que se nos plantea en este sentido es si queremos mantener nuestra identidad en ese sentido adaptando y conjugando las necesidades del pueblo trabajador andaluz, con la habitabilidad y la arquitectura popular andaluza. Entiéndase esto como resultado consciente del libre crecimiento y desarrollo de nuestra arquitectura popular, bajo parámetros propios, actualizados y modernos, pero nunca desleales a sus principios. Andalucía está perdiendo, entre otras muchas cosas, su fisonomía, que no estaba tan desgastada en lo fundamental hasta mediados del siglo XX.

Tanto en el medio rural como en las ciudades, la arquitectura tradicional andaluza en general y la arquitectura popular andaluza en particular, se están viendo seriamente erosionadas y destruidas por el españolismo y por el capitalismo del estado español, por la dependencia y el subdesarrollo, por la alienación de tipo colonial que presenta el pueblo trabajador andaluz, y que se concretan dichas agresiones en ejemplos como la inopia política, la especulación, el capitalismo salvaje, las feroces constructoras, las tendencias impuestas a la construcción general de pueblos y especialmente en las ciudades, donde se está perdiendo por completo el sentido estético, práctico y natural de la arquitectura popular andaluza.

Por otra parte, como señala Juan Agudo Torrico, la arquitectura popular andaluza también está amenazada “por la autopercepción negativa que ha tenido de su propio entorno cultural la clase jornalera. No debe sorprendernos que los primeros recursos que se obtuvieron y obtienen de la emigración o de otra actividad económica, se destinen a cambiar de casa o a reformarla hasta dejarla irreconocible: cambiando de casa mostramos ante la colectividad nuestro cambio de status social. Pero también en muchos casos, simbólicamente, nuestra desvinculación con el pasado que procedemos”. (7) Ejemplo este que deja ver claramente la alienación que padece el pueblo andaluz.

La única forma de mantener y desarrollar coherentemente la arquitectura tradicional andaluza y la arquitectura popular andaluza, dentro del proceso de reconocimiento y recuperación de nuestra identidad nacional, es que responda a las necesidades del pueblo trabajador andaluz, de su identidad y cultura nacionales; hay que hacer sólida y extensible la hegemonía armónica de la arquitectura popular andaluza, que es comunalista, socializadora, sencilla, austera… y que no la dejemos perder en los mares del capitalismo salvaje y voraz. Eso sólo se hace con conciencia nacional y de clase. Este, también, es un combate anticapitalista fundamental en Andalucía que viene ligado además al problema de la vivienda.  


Actitud de rechazo a la inferioridad

La negativa a interiorizar en un nivel simbólico la inferioridad individual y colectiva, aunque ésta pueda ser evidente en las otras dimensiones de la existencia (económica, social, y política) es otra de las características específicas de la identidad nacional andaluza, de evidente potencialidad revolucionaria.

Asimismo esta actitud entronca con otras actitudes de rechazo a la inferioridad paridas igualmente por las clases populares andaluzas, como es por ejemplo, la limpieza de las casas, “mi casa, si no rica, limpia” es una máxima en toda casa andaluza proletaria, evidenciando ese contraste con las casas de la burguesía y la aristocracia, ricas en objetos y decoración de alto nivel adquisitivo. 

Según Isidoro Moreno, “entrando en las características culturales y psicológicas de los andaluces, Machado y Núñez señala como una de las más importantes la “riqueza de la imaginación, las agudezas”, comunes tanto a las personas graves y bien educadas como a las de las clases menos favorecidas, añadiendo como “otra de las cualidades más sobresalientes del andaluz el espíritu de independencia que predomina en las clases pobres: no se someten jamás a los actos de humilde servidumbre que exigirían muchas veces sus necesidades, porque no sufren los alardes de superioridad ni la altivez en los que mandan…los artesanos poseen este espíritu altivo y orgulloso que no se doblega y los trabajadores del campo se sublevan en cuanto el labrador les trata con algún despego o altanería…la dureza de otro hombre a quien creen su igual (y para ellos todos lo son) los exaspera y le arrojarían a la cara el pedazo de pan que tuvieran para alimentarse aquel día, si al cogerlo hubiesen de sufrir en su orgullo o amor propio”.

Para I. Moreno, “la importancia dada al sentido de dignidad personal de los andaluces, a su no reconocimiento interiorizado de que tener menos signifique ser menos, es uno de los valores fundamentales de esta aproximación a la identidad andaluza.” (8)

Con lo cual es obvio el papel y la significación de la identidad y cultura nacional andaluzas ante el rechazo al sistema de clases por parte de las clases populares andaluzas, así como se rechaza íntegra y radicalmente su inferioridad respecto a las clases acomodadas y dominantes.


La modalidad lingüística andaluza

Si hay una cosa que defina plenamente a los andaluces, aún después de haber perdido su idioma original, es su lengua, su modalidad lingüística. La identidad lingüística andaluza es de raíz eminentemente popular, como no podía ser de otra forma en una identidad nacional como la andaluza. Su existencia es precisamente su resistencia histórica a la castellanización, pero también la lengua y el lenguaje en que se han expresado los trabajadores andaluces, el pueblo andaluz a través de su formación social, nacional, cultural…diferenciada. 

Es el pueblo trabajador, la Andalucía profunda la que ha hablado el andaluz siempre y la que ha permitido que, a través del tiempo, hoy hablemos andaluz, en cualquiera de sus modalidades. Si hubiera sido por las élites dominantes, el andaluz no hubiera existido jamás y se hablaría hoy en Sevilla, Málaga, Cádiz, Córdoba, Almería, etc., como en Madrid o en Valladolid, cosa que afortunadamente no sucede.

Por tanto la responsabilidad de luchar, dignificar y normalizar el andaluz corresponde al pueblo trabajador andaluz, papel dirigente que además le concede el movimiento obrero, ligando así, una vez más, y en el terreno lingüístico concretamente, la reivindicación nacional andaluza junto a la social, formando un todo inseparable. No siendo más obrerista que independentista ni más independentista que obrerista, sino que entendemos esa realidad siempre interrelacionada entre sí y nunca excluyentes. Construir desde esa premisa.

En este terreno hay evidentes potencialidades revolucionarias y nacionales, como es que los padres obreros eduquen a sus hijos obreros que hablar andaluz es hablar bien y no hablar mal, que esos hijos de obreros puedan a través de esa experiencia negar los contenidos xenófobos, atentatorios y discriminatorios contra el andaluz, que tanto padres como hijos tengan acceso a la verdadera historia de Andalucía y no a la historia de Andalucía que cuentan desde fuera de Andalucía, etc. Se hace evidente por tanto, una profundización en este terreno basada en que hay que hacer creer irreversiblemente a nuestro pueblo que hablar bien en Andalucía es hablar en andaluz.

La artesanía y otras técnicas industriales populares

La artesanía así como otras técnicas de uso creativo e industrial conforman un modo específico andaluz de producción que ha sobrevenido, vaivén tras vaivén, a través del tiempo. Un legado milenario que, cercado por el capitalismo en mil frentes, de ninguna manera podemos dejar que muera. La defensa y desarrollo de las  técnicas industriales populares, como la artesanía y todo lo que de ella deriva, que no es poco, va ligada por propia lógica a posiciones anticapitalistas. 

La artesanía andaluza se enfrenta, como decimos, a multitud de problemas originados por el capitalismo: la competencia imposible con la fabricación en cadena, el bajo precio y la mano de obra barata en contraposición al precio justo y al trabajo dedicado o la liquidación de miles de puestos de trabajo en el sector en los últimos 30 años por poner algunos tristes ejemplos…La artesanía es el resultado de la acumulación histórica del saber por parte de los andaluces. Al no ser un documento escrito como un códice o una inscripción, su presencia no se halla concretada en un papel, sino en las más variadas materias primas. Otro de los problemas más graves a los que se enfrenta la artesanía andaluza es precisamente, su reducción y relego a trozo de museo que es en lo que la está convirtiendo la Junta de Andalucía, sucursal del Estado Español. 

Según Isidoro Moreno: “En esta dirección, habría que fortalecer y desarrollar todos aquellos referentes, valores, códigos, expresiones y contextos de nuestra cultura andaluza no mercantilizados, o al menos que junto a un valor de cambio sigan teniendo, en determinados contextos y situaciones, que es preciso apoyar y revalorizar, un valor de uso y de referente identitario, como es el caso, por ejemplo, del flamenco. Habría que devolver a nuestro Patrimonio Cultural su potencial activador de la memoria colectiva y de la conciencia de identidad. Se hace necesario profundizar en la idea machadiana, tan culturalmente andaluza, de la distinción entre valor y precio.” (9)

Modos de lucha

En Nación Andaluza siempre se ha explicado las formas de lucha, tanto históricas como actuales, como uno de los marcadores de la identidad nacional andaluza.

Históricamente podemos considerar un elemento constitutivo de nuestros modos de lucha históricos, claramente liberador y revolucionario, a las guerrillas, ejercidas en Andalucía desde tiempos tartesos, pasando por la Bética, Al-Andalus, las guerrillas moriscas, los bandoleros o los maquis como expresión viva más reciente y evidente de ese legado de lucha y resistencia, de ese “echarse al monte” cuando no había otra posibilidad.

En otro sentido, el de las agitaciones campesinas andaluzas de los últimos siglos, Díaz del Moral, notario de Bujalance y testigo directo de los acontecimientos del Trienio Bolchevique de 1919 en Córdoba explica: De todos estos factores merece el psicológico una atención especial. Él explica las características del movimiento proletario en cada país. El obrero sajón, práctico, perseverante y tenaz, recorrerá los caminos de su emancipación con paso lento y seguro, sin retroceder nunca, aprovechando cada conquista como instrumento para lograr la siguiente. El obrero andaluz, entusiasta, idealista, inconsistente, desdeñará la mejora material inmediata, y aspirará en cada exaltación a conseguir en un momento el triunfo definitivo; recorrerá en pocas semanas el arco ascendente hasta alcanzar el cénit, y en menos todavía descenderá hasta los abismos del nadir.”

Las palabras de Díaz del Moral, haciendo un repaso de las revoluciones y agitaciones acaecidas en el País Andaluz, se asemejan en lo fundamental con el comportamiento del pueblo andaluz antes, durante y después de las jornadas del 4-D del 77, las del 79 o la del 28-F. Pasar de una inesperada efusividad revolucionaria, al inmovilismo más dócil e insultante en muy poco espacio de tiempo. Y en todo ello parece tener un papel fundamental como lo tiene, la conciencia, la perseverancia y por supuesto, la moral. Bajarla es bajar la guardia y según nos enseña nuestra Historia, bajarla es abocar al fracaso revoluciones e insurrecciones en las que fue derramada la sangre de muchos andaluces honrados y ansiosos de libertad. Y apuntando además, que el problema de la moral y la conciencia, de cómo se organiza la resistencia, de cómo se construye esa cultura de lucha que confronta lo inhumano, no es sólo exclusivo del movimiento revolucionario andaluz, sino de todos los pueblos del mundo.

Más allá de situaciones estructurales-temporales, son las mismas motivaciones: pan, tierras, trabajo, hambre, escasez, humillación, malas cosechas, etc.…las que guían los levantamientos obreros andaluces, desde hace varios siglos. La propia estructura feudalista y capitalista después, no hizo sino acentuar dicha problemática. Es más, actualmente la propiedad de concentración de la tierra en Andalucía está en menos manos que en las que estaban en 1936, lo cual es una consecuencia sintomática de lo que decimos.

“En el caso de Andalucía, el esquema inicial de los alzamientos que se dan en la época es, con frecuencia, desbordado por las masas que toman parte en los mismos. La base popular trata de transformar en inmediata revolución económica y social lo que en un primer momento se presenta con un marcado carácter político.” afirma José maría de los Santos en el prólogo al libro “Dos revoluciones andaluzas” de Pérez del Álamo.

La verdad es que entonces, como en el pronunciamiento republicano de 1868, y como otras tantas veces, el pensamiento de los jefes y de las masas combatientes seguían rumbos distintos. Los directores se proponían destronar a la reina e instaurar la república, y la masa aspiraba, sobre todo, y ante todo, al reparto de la tierra. Por aquellos días no se hablaba de otra cosa en todos los pueblos de la zona sublevada” aclara explícitamente Díaz del Moral.

Como explica J. M. de los Santos en el mismo prólogo al libro de Pérez del Álamo: Díaz del Moral se refiere a la insurrección de Loja planteándola como un caso inequívoco de “socialismo indígena”, típicamente andaluz, al margen todavía de influencias extranjeras.”
Al respecto de las causas que originan la sublevación de los pueblos y las revoluciones liberadoras, Pérez del Álamo se expresa en términos casi idénticos al que se expresa Díaz del Moral sobre la misma cuestión:“(…) durante mucho tiempo, y con antelación a ellas, fórmase la tempestad, y, cuando estalla y el rayo hiere a sus creadores, quéjanse con lamentaciones jeremíacas los que debieran haberlas evitado”

Sobre  las agitaciones, revoluciones e insurrecciones andaluzas, Raymond Carr esboza una serie de constantes que también repetirá Díaz del Moral: “se iniciaba, con la fase popular, una revuelta motivada por cualquier circunstancia dura para las clases depauperadas (hambre, epidemias, malas cosechas, tributos abusivos…) que desataba el descontento. Las autoridades locales habían perdido el control.”

En este sentido, como decíamos, Díaz del Moral afirma: “los agitadores, el hambre aguda, la telera y el gazpacho, el atraso en los cultivos, la despoblación de los campos, el absentismo, la usura, los jornales irrisorios, la subida enorme de las rentas, los latifundios, el caciquismo…todas, absolutamente todas las causas a que se habían atribuido a principios de siglo las agitaciones obreras de aquella época; ni una más ni una menos.”

 “Creí que era indispensable estudiar las agitaciones populares cordobesas anteriores al movimiento proletario (…) el resultado de mis investigaciones fue concluyente. Ante estímulos sentimentales e ideales, la masa popular reacciona hoy exactamente lo mismo que en tiempos de Alhacam. El motín de Córdoba de 1652 se parece en su desarrollo a algunas de las huelgas de estos últimos años”. (11)

Lejos de cualquier acusación malsana de “esencialismo” o “milenarismo”, Pérez del Álamo, en todo un alarde de sensatez y rigor histórico, nos dice: “Intentar hoy explicar un hecho sin conexiones anteriores, pretender convertir las instituciones en una colección o en un loco aislamiento, es no saber ni una palabra de filosofía de la historia, es desconocer que la humanidad es una serie y que, por consiguiente, tiene sus términos sucesivos”;Para acabar proclamando:“Después de otros ciclos de exaltación y de depresión llegará un día en que el mundo del trabajo muscular, purgado de su exclusivismo, de su estrecha visión puramente económica y de su mal disimulado desdén hacia las actividades más nobles del espíritu, escalará definitivamente los planos superiores de la vida”.

La cuestión de la tierra, del trabajo, del pan, de la libertad, de la propia autodeterminación personal y colectiva de los andaluces, que es lo que subyace a lo largo de la historia de lucha de clases en Andalucía, no es algo que nace hoy, ni hace veinte años, ni cien. Viene de lejos, desde nuestra conquista, y sigue permanente hoy; se refleja en las poblaciones del medio rural mayormente, donde aún no se ha perdido el instinto luchador. El SOC, hoy SAT, es uno de sus mayores ejemplos.

Miedo estatal y burgués al radicalismo andaluz o socialismo indígena


El mismo miedo al radicalismo andaluz, expresado por la burguesía y aún por los elementos más liberales de ésta que indujeron levantamientos y que se vieron superados por los acontecimientos y por la voluntad revolucionaria del pueblo trabajador andaluz, certifican la disociación ideológica y metodológica entre éste y la burguesía. Este miedo tanto de unos como de otros, sólo expresaba el temor de ésta en las impetuosas manifestaciones revolucionarias del pueblo trabajador andaluz por la devolución de su tierra, por la propiedad de las tierras y por un nuevo replanteamiento de la cuestión social: existir y avanzar tanto individual como colectivamente para el fin de la explotación del hombre por el hombre.

El andalucismo histórico, con Blas Infante a la cabeza, entiende y no limita la reivindicación nacional, cultural e identitaria exclusivamente a lo “nacional”, sino también la entiende ligada y viva junto a la cuestión social, la revolución liberadora de las masas oprimidas. Hubo de ser así, porque no podía ser de otra forma, atendiendo a la realidad andaluza.

Tras la dictadura franquista, los andalucistas históricos, las experiencias del SOC, las reivindicaciones populares, nacionales y sociales de muchos andaluzas en el 4-D, 28-F, así como durante finales de los 70 hasta hoy. En este punto es cuando se culmina y se vislumbra la total ligazón de la cuestión nacional y social en Andalucía. Ya no hay vuelta atrás posible.

Identidad nacional andaluza vs globalización capitalista


La cultura e identidad nacional andaluza está inmersa, como el resto de pueblos del mundo en la dinámica actual de globalización imperialista y uniformadora. En esta encrucijada en la que se encuentra varada Andalucía, caso que nos ocupa, la interacción entre las pretensiones e imposiciones del proceso globalizador capitalista de una parte y la reafirmación identitaria son dos caras antagonistas de la misma moneda, es un conflicto inevitable. Esta afirmación y resistencia a que las relaciones humanas de cualquier tipo no estén mercantilizadas según las reglas del capital, es parte indispensable del anticapitalismo de hoy día, y forma parte del proceso de liberación nacional y social de los pueblos, de su auto-conocimiento, de su toma de conciencia, de la incorporación consciente de su identidad colectiva a su lucha colectiva, haciendo un todo coherente lo concreto (nacional) y lo externo (internacional), puesto que no están excluidos.

Ha sido la estandarización, la cultura gris de masas, la que ha erosionado negativamente las manifestaciones culturales populares andaluzas. La imposición del nuevo patrón capitalista, por ejemplo en el aspecto técnico, hace que cada vez se vayan perdiendo más los valores y las ejecuciones técnicas propias de la cultura popular andaluza. Más aún, cuando no hay un poder andaluz ni una sociedad andaluza con conciencia, que haya sabido proteger y dar el lugar que se merece la cultura nacional andaluza, cosa que agrava aún más la aceleración del proceso de desaparición, abandono y desuso de nuestra cultura popular andaluza.

Al igual que la máquina debe ayudar a aligerar la carga del hombre y no a sustituirlo, las nuevas técnicas y maquinarias, no pueden sustituir tampoco a la cultura nacional y popular andaluza, sino en todo caso, convivir con ella, respetarla, ayudarla a mejorar e implementar su dimensión creativa y colectiva, su dimensión común. Dice Isidoro Moreno que “los procesos económicos no están al margen de la identidad de los pueblos”. Y es así, aunque el capitalismo esté en absoluta contradicción con ello. Debemos diferenciar radicalmente que la economía sea igual o la base de la cultura popular, de las culturas nacionales de los pueblos, sin olvidar ni un minuto la influencia que aquella ha tenido en esta (la economía en las culturas populares nacionales).

Ahora bien, no podemos confundir la cultura popular con la cultura de masas sólo por el hecho de que ésta última se haya impuesto en la vida de las sociedades capitalistas alienadas.
Ya en 1983 advertía Isidoro Moreno: Identidad que no es percibida solamente de forma negativa, como reflejo mecánico del subdesarrollo y la dependencia, sino también de forma positiva al valorarse así una serie de elementos culturales diferenciadores, específicamente andaluces, que se cargan ahora de energía liberadora convirtiéndose en signos de reafirmación en la lucha contra la explotación económica, la opresión política y la alienación cultural que el modo de producción capitalista ha impuesto a Andalucía dentro y fuera del Estado Español.

Andalucía, pues, concluye su cristalización objetiva como pueblo contemporáneo en unas condiciones muy concretas: en una situación de dependencia y de explotación; situación cuya interpretación, en sus limitaciones y consecuencias, es expresada de una forma propia y específica, la que caracteriza a la cultura andaluza actual tanto en sus aspectos materiales como simbólicos. Surgen así producciones culturales altamente peculiares, muchas de ellas en base a elementos preexistentes, procedentes de las civilizaciones concretas en que cristalizó la cultura mediterránea en Andalucía en distintos momentos históricos, que adquieren nuevos contenidos o desarrollan en direcciones específicas su virtualidad misma para expresar la interpretación de la experiencia colectiva por parte de las clases populares andaluzas.

Por cristalizar la identidad andaluza actual en esta situación de neocolonialismo interno y dependencia en lo económico y de opresión en lo social y lo político, los componentes de la cultura andaluza actual se sitúan sobre dos ejes fundamentales:

El constituido por las formas específicas (instituciones sociales, mecanismos de poder en lo económico, lo político y lo ideológico) a través de las cuales se mantiene y reproduce la dependencia de Andalucía, la sobreexplotación interna y externa de la gran mayoría de andaluces; y el representado por las formas, también específicas, en que se reflejan, expresan e interpretan en los diferentes aspecto las vivencias de las clases y sectores dominados del mundo en cualquier época histórica, pero que contiene muy importantes elementos de un fuerte potencial liberador. Sólo como respuesta, no necesariamente consciente o de llamamiento expreso a la rebeldía en la mayoría de los casos, a la situación de opresión estructural puede, por ejemplo, entenderse el cante propio andaluz, el flamenco; ese grito desgarrado, utilizando ritmos existentes ya en horizontes culturales anteriores, sobre todo andalusíes, de los más oprimidos y desheredados: los jornaleros sin tierras, los mineros, los marginados gitanos.

Sólo desde esta situación de opresión estructural secular, tanto desde el exterior como por parte, sobre todo, de los grandes señores terratenientes andaluces convertidos más tarde en gran burguesía agraria, son entendibles las dos características que entiendo más significativas de la actual identidad cultural andaluza: la segmentación social basada en unas relaciones fuertemente personalizadas y la negación simbólica de la inferioridad, el rechazo a la interiorización de que tener menos signifique ser menos, el profundo sentido de dignidad. (12)

J. Acosta afirma que la cultura andaluza no ha sido reprimida sino mixtificada, banalizada y utilizada por el Estado Español. Estoy de acuerdo con su apreciación salvo que opino que precisamente esa banalización y utilización de las señas de identidad andaluzas ha sido la forma opresiva y alienante, la represión de la cultura e identidad nacionales de Andalucía durante los últimos 300 años, en el siglo XVIII, aún con grandes reminiscencias de feudalismo, que es cuando comienza a cristalizar la actual identidad y cultura de Andalucía.

Respecto a épocas anteriores al siglo XVIII, podemos afirmar que con la conquista de Andalucía y sus varios siglos que dura, no sólo hubo represión brutal de la cultura e identidad andaluza, sino que ésta se hizo a base de asesinatos, deportaciones, desplazamientos de población, quema de libros…Andalucía y su cultura e identidad fueron la que más daño sufrieron en los siglos de conquista en toda la península ibérica. Como tampoco debe dejar de olvidarse que el genocidio andaluz fue la palanca que animó y posibilitó el otro genocidio posterior en América Latina.

Sí ha habido en mi opinión represión directa y no sólo por mixtificación de nuestra cultura nacional, cuando por ejemplo hasta bien entrado el siglo XX había tascas y bares donde se tenía prohibido cantar flamenco, cosa que no se puede insertar en motivos banales como peleas, broncas…  puesto que a los bares se va a beber, sino que responden a la estigmatización y represión directa de la cultura nacional andaluza. Represión del flamenco, que por ejemplo, se recoge mucho antes, ya en pleno siglo XVIII, como la prohibición de cantar saetas en Marchena, aún cuando esto había sido una característica propia de la semana santa andaluza desde varios siglos antes.

Si, como decía, la mixtificación, prostitución y trivialización de la cultura e identidad nacional de Andalucía, siendo utilizada y manipulada por parte del españolismo y el estado español como su propia identidad, que ha sido la represión ejercida contra nuestra identidad y cultura nacional en el último siglo, el factor de alienación del pueblo andaluz respecto a su identidad nacional, su cultura y sus condiciones de existencia, responde a una alienación de tipo colonial, que tanto estudiara Franz Fanon. Hay, en el interior del pueblo trabajador andaluz, la clase nacional de Andalucía, un “complejo del colonizado”, una historia tan larga de opresión social y nacional, de colonización y de intento de exterminar la propia identidad y cultura de forma brutal, que no ser asumida desde posiciones marxistas o libertarias, significa condenar de raíz las razones y justificaciones exactas de toda revolución social en Andalucía.

Las características principales de la cultura andaluza fueron combatidas y silenciadas por el Imperio y luego Estado Español. Hemos de concluir que son fenómenos de resistencia frente a la identidad extraña y la aculturación nacional y popular, así como a los procesos de explotación social. Andalucía no ha forjado su identidad en un salón de burgueses y clérigos, sus mayores opresores, sino que se ha forjado en luchas, en interminables y desgastantes trincheras, en sublevaciones redentoras y desesperadas muchas veces ahogadas en sangre. Su identidad no está almizclada con grandes aportes de los pocos colonos y burgueses establecidos en Andalucía. La cultura andaluza no debe nada a sus conquistadores. 
Aún estando de acuerdo en ciertas cosas con la izquierda que se reivindica estatalista o españolista, su análisis acerca del origen de parte de la opresión social, principalmente,  rechazo por completo las consecuencias que de dicho análisis extraen dichas ideas y principios para con el Pueblo Andaluz. Esto es: negación de Andalucía como Nación y por tanto del pueblo andaluz, negación de la existencia específica y política de la identidad y cultura andaluzas, negación de la clase obrera andaluza como clase nacional, negación a la soberanía de Andalucía, negación del marco andaluz y no el estatal como marco natural de lucha, negación de la República Andaluza de Trabajadores, etc,.

Su copia literal de esquema de lo aplicado en la URSS o en otras latitudes, especialmente en su sentido de la cuestión nacional, no sólo es, en buena parte de sus aspectos equivocado por no respetar las circunstancias concretas, así como el principio dialéctico o la posición leninista precisamente sobre la autodeterminación…, sino que lo encuentro erróneo en Andalucía. No me parece, como marxista y revolucionario andaluz, que la aplicación de un socialismo revolucionario andaluz venga definida y prefabricada ya desde fuera y con antelación, basándose en experiencias totalmente lejanas y desfasadas en lo tocante a la realidad andaluza; no lo considero un ejemplo socialista andaluz genuino, de la aplicación del socialismo en Andalucía, sino una vulgar copia que no tiene en cuenta el capital viviente de las situaciones concretas y de los problemas nacionales. De las experiencias se puede y se debe aprender, pero estas experiencias, con todos sus factores endógenos y exógenos, no son extrapolables al resto de pueblos del mundo así como tampoco, por tanto, deben suplantar el desarrollo de un modelo de socialismo revolucionario propio, en el caso concreto de Andalucía.

La cultura y la identidad nacional andaluza son, en lo fundamental, una cultura y una identidad nacidas de la opresión y liberadora de ésta. No se podrá encontrar en la cultura andaluza elementos, hechos y situaciones propias que no la liguen a la liberación nacional y social de Andalucía, a la cuestión de la tierra también. Porque la tierra es una parte fundamental de nuestra cultura nacional.  Y recuperarla no es sólo un ejercicio de liberación obrera, sino también y primordialmente, un acto de liberación nacional. Así, por tanto, recuperar, dignificar y luchar por la cultura e identidad andaluza, no sólo exige una concienciación nacional previa, sino que participa de hecho y por derecho en la liberación nacional y social de Andalucía y el Pueblo Trabajador Andaluz, con éste al frente, ahora y siempre. 

La defensa, investigación, protección y desarrollo de la cultura nacional andaluza va pareja a la de su cultura popular, puesto que son la misma. El capitalismo y el españolismo coinciden en su marginalización, mixtificación y negación, su opresión en suma. La única postura andalucista consecuente por tanto, la única postura nacional lógicamente necesaria, es tener una postura popular, de clase, revolucionaria, anticapitalista, no sólo ante nuestra identidad y nuestra cultura, sino ante otros problemas y retos en distintos ámbitos como el político, social, económico… que tiene clavados el Pueblo Andaluz en sus costados. 

Franz Fanon, en este sentido, nos recuerda: “afirmo que ningún discurso, ninguna proclamación sobre la cultura nos desviarán de nuestras tareas fundamentales, que son la liberación del territorio nacional, una lucha constante contra las nuevas formas del colonialismo (…)”. (13)

Hay mucho camino por delante, un camino de libertad que hay que andar y seguir construyendo sin ambigüedades ni miedos, entre tod@s aquellos que se reclaman andaluces/zas de conciencia en nuestra Patria Andaluza. Así sea, de una vez por todas.

Notas:

1. La identidad cultural de Andalucía. Aproximaciones, mixtificaciones, negacionismo y evidencias. Isidoro Moreno. Introducción y selección de textos. Centro de Estudios Andaluces.

2. Los condenados de la Tierra. Franz Fanon. Ed. Txalaparta.

3. La identidad cultural de Andalucía. Aproximaciones, mixtificaciones, negacionismo y evidencias. Isidoro Moreno. Op. Cit.
4. Op. Cit.
5. Op. Cit.
6. Op. Cit.

7. Juan Agudo Torrico. Arquitectura Jornalera: la gran olvidada. Revista Andalucía, Nación y Solidaridad. CUT. 1999.

8. La identidad cultural de Andalucía. Aproximaciones, mixtificaciones, negacionismo y evidencias. Isidoro Moreno. Introducción y selección de textos. Centro de Estudios Andaluces.
9. Op. Cit.

10. Juan Díaz del Moral. Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Ed. Alianza. 
1973.

11. Juan Díaz del Moral. Las agitaciones campesinas del período bolchevista (1918-1920). Biblioteca de Cultura Andaluza. Editoriales Andaluzas Unidas. 1985.

12. Isidoro Moreno. Identidad cultural y dependencia: orígenes, bases, bloqueos y desarrollo del nacionalismo andaluz. Nación Andaluza. Una revista para el debate. Nº 1. 1983.

13. Los condenados de la Tierra. Franz Fanon. Ed. Txalaparta.