Encontramos un hueco en nuestras obligaciones militantes más urgentes para volver con un texto que sin duda creara polémica entre el marxismo-leninismo andaluz. Bienvenida sea si nos alumbra algo más el camino hacia el socialismo y la soberanía nacional. En unos momentos en que la clase obrera andaluza está sufriendo la intensificación de la explotación capitalista de nuestra tierra en sus propias carnes sabemos que es cuando muchos antiguos camaradas de lucha vuelven a preguntarse porqué dejaron de luchar. Sabemos que este sencillo blog está sirviendo para que algunos se re-encuentren con el camino antes abandonado y vuelvan al combate asumiendo nuevas reflexiones y análisis.
El texto que publicamos es un análisis sobre una cuestión fundamental; las tradición política y militante de la que nos reivindicamos. Escrito por Cristóbal García Vílchez y titulado "La cuestión nacional y social desde una óptica juvenil durante la insurrección militar fascista de 1936-1939" es un ejercicio de análisis inédito hasta ahora. Y nunca antes la izquierda antiimperialista andaluza había asumido situarse entre las distintas organizaciones juveniles anteriores al golpe del 36. El andalucismo revolucionario de Blas Infante nos ofrece unos referentes ideológicos indispensables y bastos, pero en el caso de la juventud el vacío hacía obligada este documento que ahora compartimos con nuestros lectores.
Por nuestra parte seguimos alimentando las tesis de la izquierda inconsecuentemente españolista, que nos descalifica atribuyéndonos un carácter pequeño burgués que solo ellos poseen con sus "restricciones ideológicas" para hacerle el caldo gordo al nacionalismo español. Escribió Cervantes aquello de "Ladran, luego cabalgamos".
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La cuestión nacional y
social desde una óptica juvenil durante la Insurrección Militar Fascista de
1936-1939
Este año,
coincidiendo con el 75º aniversario de la fundación de las Juventudes
Socialistas Unificadas (JSU), las juventudes del PCPE, los CJC, homenajeaban a
quienes, según los CJC, “fueron el máximo
exponente de organización y conciencia de la juventud combativa en el Estado
Español.” (1). Esta campaña de homenaje y de identificación plena de la
trayectoria de las JSU fue lo que me llevó a reflexionar sobre los referentes
de uno de los colectivos comunistas de carácter estatal que hoy día suman
mayores fuerzas militantes. No sólo eso, sino además, a investigar el papel de
las JSU durante el contexto de Insurrección Militar Fascista (2) entre 1936-1939
y sus estrategias, teoría y práctica ante lo que se estaba produciendo en el
Estado Español de la época.
La II República
Española y el estallido de la Insurreción Militar Fascista
La II
República Española, si por algo se caracterizó, fue por seguir manteniendo la
estructura de dominación colonial que le había precedido. Pese a las
afirmaciones románticas de la izquierda españolista, la II República Española,
más allá de nomenclaturas, progresismo burgués y reformas, no supuso ni
conllevó ningún cambio consustancial en la situación de la clase obrera y
campesina andaluza.
La Constitución
de la II República Española en su Título Primero, Organización Nacional,
artículo nº8, decía lo siguiente: “El
Estado Español, dentro de los límites irreductibles de su territorio actual,
estará integrado por Municipios mancomunados en provincias y por las regiones
que se constituyan en régimen de autonomía.
Los territorios de soberanía del
norte de África se organizarán en régimen autónomo en relación directa con el Poder
central”.
En su
artículo nº13, acerca de las “autonomías”, decía lo siguiente: “En ningún caso se permite la instauración
de regiones autónomas”.
Estos dos
artículos muestran claramente el carácter colonialista y continuador del
Imperio Español de la II República Española. A las colonias africanas,
“territorios de soberanía”, se les otorgaba un régimen “autónomo”. Pero
resultan ser conceptos contradictorios el de autonomía y el de colonialismo. El
primero es real si un Pueblo es libre y soberano para ser autónomo, sin ser un
sujeto sometido a un poder exterior e impuesto. El segundo, es antagónico al
concepto de autonomía y es el que ha caracterizado la estructura territorial,
política y económica de todos los estados españoles hasta la actualidad. En
consideración de estas premisas, defender, celebrar, u homenajear a la II
República Española es, como mínimo, una traición a todos los pueblos bajo el
yugo imperialista español. Y en cuanto a las organizaciones revolucionarias se
refiere, dicta mucho de la lucha anticolonialista y antiimperialista que toda
organización marxista-leninista ha de emprender sin excusas.
La II
República Española, como los anteriores estados españoles, basaron su sistema
de dominación en dos ejes centrales: unidad de la patria y propiedad privada. Y
estos dos ejes centrales fueron los que, tras sucesivos gobiernos de un color y
otro –todos ellos sometidos a legalidad burguesa españolista- fueron allanando
el camino para la irrupción del fascismo que acabaría con la burguesa y
colonialista II República Española. De hecho, pese a las reformas que
“amenazaban” los privilegios de terratenientes, Iglesia Católica y burguesía,
ésta seguía situándose en un lugar privilegiado respecto a las clases populares
de los distintos pueblos oprimidos por el Estado Imperialista Español. El
problema, tanto en la pasada década de los treinta, como ahora, no era de
reforma; sino de Revolución. El problema, ayer como hoy, no era de mayor o
menor grado de “autonomía”; sino de Independencia. Y el problema, en la II
República Española como en el Régimen Borbónico Español actual, no es
coyuntural, sino estructural. No es el tipo de “España”, sino la propia España.
La II
República Española no podía sobrevivir sin apagar todo intento revolucionario a
través de la violencia característica de todo régimen españolista. Era, en la
práctica, un estado colonial y reaccionario que seguía impidiendo la liberación
nacional de los pueblos oprimidos y la liberación de clase de las clases
obreras andaluza, castellana, gallega, catalana, vasca, cántabra, asturiana,
aragonesa, valenciana, balear, extremeña, canaria, rifeña, saharaui y guineana.
Era una estructura de dominación que sólo podía mantenerse por medio de la
fuerza y la dependencia. Como anécdota, habría que preguntar a aquellas y
aquellos militantes de la izquierda españolista, cómo se atreven a defender la
independencia del Sáhara de su opresor marroquí, y acto seguido, enarbolar una
bandera que representa a un estado que como Marruecos, oprimía, subyugaba y
negaba la soberanía nacional y popular del Pueblo Trabajador Saharaui.
Todo plan
revolucionario y emancipador fue ahogado por las Fuerzas de Ocupación
Españolas: Octubre de 1934 en Asturias, Casas Viejas en el 11 de enero de 1933…
todas estas tentativas fueron reprimidas por las fuerzas de “orden” de la II
República Española. Aquellos actos de rebelión fueron enfrentados por la misma
jerarquía militar que años más tarde organizaría el Golpe de Estado que dio
lugar a la Insurreción Militar Fascista.
Se hace
necesario romper con toda la mitología republicano-estatalista españolista que
en nuestra tierra niega la situación histórica de dominio colonial que el
Estado Español ha ejercido y sigue ejerciendo como tal. Tanto en su forma
republicana como monárquica. España fue, es y será un instrumento de dominio de
sus clases dominantes contra los pueblos y las clases trabajadoras. La
izquierda españolista no sólo oculta esta realidad, sino que trata de
esconderla tras teorías antidialécticas que nada tienen que ver con
organizaciones marxistas revolucionarias. Uno de los mayores teóricos marxistas
que analizaron la cuestión nacional desde una perpesctiva de clase, V.I.
“Lenin”, dijo lo siguiente: “El error de
la izquierda centralista reside en el hecho que por temor a hacer el juego al
nacionalismo burgués de las naciones oprimidas ha beneficiado no solamente al
nacionalismo burgués, sino también al nacionalismo ultrareaccionario de la
nación opresora” (3). El
tercerrepublicanismo españolista no sólo beneficia a la burguesía española,
sino que además afianza y legitima el modelo territorial y económico colonial.
La II
República Española, como la actual monarquía constitucional heredera de la
dictadura franquista, se caracterizó por no llevar a cabo una depuración en las
instituciones estatales. No hubo ruptura democrática, como en el actual Estado.
Sólo un lavado de cara y un sueño ilusorio para volver a engañar a las clases
populares y hacer así que aceptasen el nuevo “cambio” para que nada cambiase.
Después de todo y pese a meras mejoras genéricas, la realidad era más España y
más Capitalismo. Fue ésta una situación propensa para el alzamiento militar
fascista. Cuando quienes formaban parte de las Fuerzas de Ocupación Españolas
visualizaban una hipotética pérdida de privilegios de las clases dominantes,
comenzaron a organizar un cambio de orden que garantizase el poder absoluto de
la burguesía, la unidad territorial y el sometimiento de las clases
trabajadoras. Fue la II República Española la principal responsable de la
Insurrección Militar Fascista al mantener en sus órganos a individuos que no
renunciaban a un cambio de modelo más reaccionario aún que el republicano
español. Como consecuencia, el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936.
Las JSU, la JCI y la
cuestión unitaria durante el período de 1936-1939
Las JSU
eran las juventudes unificadas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y
del Partido Comunista de España (PCE). Éstas pertenecían a la Internacional Juvenil
Socialista (IJS) e intentaron el acercamiento y entendimiento con la
Internacional Juvenil Comunista (IJC). Tras el estallido de la guerra, las JSU
siguieron la táctica del Frente Popular defendida por la Internacional
Comunista dirigida y controlada por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS). Esta táctica fue puesta en marcha en el campo juvenil con el Frente de
la Juventud que, en la práctica, venía a unir a las organizaciones juveniles de
clase con las organizaciones juveniles republicanas de carácter
pequeño-burgués. Unidad en torno a defender la “República democrática” frente a
las agresiones del fascismo español e internacional. Tras el Congreso Nacional
de las JSU celebrado en Valencia en 1937, la táctica de Frente de la Juventud
fue superada por la Alianza Nacional de la Juventud Española para la defensa de
la patria y se tomó la decisión de admitir en las listas de las JSU a cualquier
joven español, sin distinción de clases o ideología.
La proclama
defendida tras el Congreso de Valencia, era “unidad
de toda la juventud española en una única organización” (4) y la unidad
pasaba por aceptar a todo joven “español”; comunistas, socialistas, republicanos,
burgueses, católicos e incluso a los fascistas descontentos con la política de
Franco. Así es como las JSU daban la espalda a toda coherencia revolucionaria
subordinando sus intereses de clase a la defensa de la patria españolista y de
la República burguesa. La reconciliación de clases, incluso en tiempos de
enfrentamiento bélico, debe ser rechazada por todo marxista revolucionario/a.
Por el
contrario, ante esta deriva reformista e interclasista de las JSU en pleno
enfrentamiento armado entre las clases trabajadoras y el fascismo levantado en
armas, existía una alternativa de clase, marxista-leninista y unitaria; ésta
era la Juventud Comunista Ibérica (JCI), las juventudes del Partido Obrero de
Unificación Marxista (POUM). En contraposición a la táctica reformista,
españolista y de colaboración entre clases llevada a la praxis por las JSU, la
JCI luchó por unificar a toda la juventud obrera y revolucionaria del Estado
Español en el Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria, que integraban
las JCI y las Juventudes Libertarias. Aquí no se contemplaban “unidades” con
enemigos declarados de la clase obrera, ni siquiera la subordinación de la
lucha revolucionaria hacia parámetros reformistas y legitimadores del orden
burgués republicano. En el Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria la
disyuntiva era clara e inequívoca: fascismo o socialismo. Por su parte, la JCI,
tenían claro que la prioridad de la juventud revolucionaria y marxista no era
la de defender la “República democrática” sino de luchar por la República
Socialista.
La JCI no
rechazaba el ingreso de las juventudes republicanas en el Frente de la Juventud
Trabajadora Revolucionaria, pero como premisa y condicionante para tal hecho,
las organizaciones republicanas debían de aceptar el carácter de clase y
revolucionario del Frente así como sus objetivos.
Guerra y Revolución eran
y son inseparables
No eran
pocos los motivos que hacían diferentes las estrategias y tácticas reformistas,
interclasistas y españolistas de las JSU respecto a la lucha revolucionaria y
comunista de la JCI. Las JSU, al igual que todos los partidos defensores del
régimen republicano burgués, subordinaron su política revolucionaria a la
política reformista de la Internacional Comunista. La táctica del Frente
Popular defendida por ésta, fue puesta en marcha por las organizaciones y
partidos que formaban parte de la Internacional Comunista. Y la política de
Frente Popular entregaba la revolución a la burguesía para defender el sistema
de dominación capitalista establecido. Mientras que Hitler y Mussolini apoyaban
con soldados, armamento, aviones y barcos a los fascistas dirigidos por
Francisco Franco, el gobierno del Frente Popular francés y la URSS se
declararon neutrales. Tal neutralidad conllevaba la traición de estos dos
gobiernos no sólo a la lucha a muerte entre las clases obreras de los distintos
pueblos oprimidos por el Estado Español y la insurrección fascista, sino a toda
la clase obrera del mundo. Porque como se podía prever, el triunfo del fascismo
español sería un escenario de ensayo para lo que vendría después de la mano de
la Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón imperialista: la II Guerra
Mundial.
Pero el
gobierno soviético, finalmente, se vio obligado a apoyar al gobierno
republicano gracias a la presión de la población soviética con espíritu
internacionalista y solidario. Esta apoyo estaba condicionado desde su origen,
ya que el gobierno soviético dirigido por Stalin, comenzó a interferir en el
curso de la guerra a cambio de su ayuda. De nuevo, se traicionaba la revolución
a cambio de quehaceres que nada tienen que ver con el internacionalismo
proletario y la solidaridad entre pueblos. La JCI saludaba el apoyo de la URSS,
pero no aceptaba la injerencia del gobierno soviético en la lucha que se estaba
llevando a cabo en esos momentos. La crítica revolucionaria de la JCI al papel
de control llevado a cabo por la URSS, le supuso la persecución y el comienzo
de una campaña de difamación y criminalización que llevaría primero a la
censura de su propaganda como organización juvenil del POUM, y después a la
eliminación física de muchas y muchos de sus militantes. La defensa del Frente
de la Juventud Trabajadora Revolucionaria, la unidad del antifascismo
ejemplificada por comunistas y anarquistas, la denuncia de la táctica
reformista y patriotera de las JSU y la Alianza Nacional de la Juventud, les
costó caro. Ni el Gobierno Republicano Español ni la URSS stalinista iban a
aceptar ninguna crítica revolucionaria a la deriva interclasista que entregaba
al fascismo el poder.
El POUM y
la JCI tenían muy claro que la Guerra y la Revolución eran inseparables. Y esto
lo llevaron a cabo en el curso de la guerra; colectivizando fábricas, tierras y
medios de comunicación, construyendo escuelas populares, creando las milicias
que supondrían el germen de un verdadero Ejército Rojo, etc… Eran partidarios
de hacer la Revolución en la retaguardia y de luchar hasta la muerte en el
frente. Entendían que la proclama cortoplacista y reformista defendida por el
Frente Popular de “primero ganar la guerra, después ya veremos” ponía en
peligro las conquistas revolucionarias que tanto la CNT como el POUM habían consumado.
El gobierno del Frente Popular sabía de los avances del POUM y la CNT y por
ello inició una campaña de criminalización y represión contras ambas
organizaciones; eliminación del POUM del gobierno de la Generalidad, cierre de
periódicos y radios de la CNT y el POUM, persecución de sus milicias… éstas
eran muchas de las acciones que el Gobierno Republicano Español tomó contra las
únicas organizaciones revolucionarias que plantaron cara al fascismo sin
traicionar a la clase obrera con tácticas reformistas que allanaban el camino
para la toma de poder fascista.
Defender
que Guerra y Revolución eran inseparables como lo hacía el POUM y sus
juventudes, propició la criminalización y represión por parte del PCE y el PSUC
como partidos reformistas al servicio de la burguesía republicana. Sostener,
como hacían las JSU, el PCE y todas las organizaciones y partidos del Frente
Popular, que la guerra primero, suponía entregar la victoria al fascismo.
Traicionar a la clase obrera dando ejemplo así de su actitud sumisa respecto a
la burguesía. Partidos como el PCE, no sólo traicionaron a la clase obrera
durante la llamada Transición sino
también durante la guerra llegando a la eliminación física de verdaderos
ejemplos de coherencia revolucionaria y disciplina comunista. No sólo acabaron
con comunistas, también con anarquistas. Así hicieron posible la victoria del
fascismo y la derrota de la clase obrera. De aquellos lodos, proceden estos
barros.
La cuestión nacional
en el transcurso de la guerra
La cuestión
nacional, si bien ya en aquella época y contexto era abordada por algunas
organizaciones y movimientos soberanistas y revolucionarios de Cataluña,
Galicia y País Vasco, para las organizaciones de carácter estatal y españolista
seguía siendo una cuestión ajena a la lucha de clases. En esa misma línea se
encontraban las JSU. Veíamos antes cómo esta organización defendía la “alianza
de toda la juventud española por la defensa de la patria” en un claro ejemplo
del españolismo más reaccionario y reformista. Recuerdan estas palabras a las
de los partidos socialdemócratas de la II Internacional cuando defendían la
participación de los y las socialdemócratas en la I Guerra Mundial en “defensa
de la patria”. Hecho que llevó a Lenin a defender la ruptura con la II Internacional
reformista y proimperialista y posteriormente trabajar por la creación de la Komintern (Internacional Comunista).
Tanto unos como otros, renunciaron a sus principios comunistas y a la lucha
entre clases para entregar sus esfuerzos a la burguesía en el poder. Tanto
unos, como los otros, defendían inconsciente o conscientemente estados
imperialistas que oprimían a distintos pueblos sin derecho a ser libres y
soberanos.
Las JSU
eran tan españolistas como hoy lo son las UJCE, las JCE (m-l) o los CJC. Siguen
organizándose en torno a las fronteras coloniales españolas, siguen enarbolando
banderas imperialistas republicanas, y, lo más importante, siguen sin
comprender la importancia de afrontar la lucha por la liberación nacional como
un componente más de la lucha de clases. La lucha de cualquier revolucionario y
revolucionaria contra toda tipología de opresión no es una opción, sino un
deber para con la Revolución Proletaria. La lucha de clases en el Estado
Español, está enormemente influenciada por el carácter colonial e imperialista
de este estado. España es Capitalismo y Capitalismo es España. España nace para
negar, explotar y someter, y no podrá ser más que negación, explotación y
sometimiento. Por tanto, luchar por la III República Española, no sólo supone
autoreconocerse como continuadores de la I y II Repúblicas Españolas, sino
seguir manteniendo el colonialismo como forma de Estado. Por tanto, no es
atrevida la afirmación de que nos encontramos, como en el contexto de 1936-1939
con las JSU, con organizaciones que en la actualidad siguen cometiendo los
mismos errores y confundiendo a la juventud andaluza en sus tareas
revolucionarias y emancipadoras.
De nuevo
hay que hablar de la JCI. La JCI defendía como organización revolucionaria y
marxista, el derecho de autodeterminación de los pueblos y la independencia
política de los mismos, esto es; a crear su propio Estado. La JCI en plena
guerra, proclamaba la instauración de la Unión de Repúblicas Socialistas
Ibéricas, rompiendo así con el marco territorial y estatal españolista y
defendiendo la creación de no una, sino de múltiples repúblicas socialistas:
andaluza, gallega, vasca, catalana, asturiana, castellana… ésa era la
diferencia en cuanto a la cuestión nacional de las imperialistas y reformistas
JSU y de la comunista y soberanista JCI. Teniendo en cuenta las diferencias
entre unas y otras organizaciones juveniles, nuestro ejemplo no pueden ser,
como para los CJC, las reformistas e imperialistas JSU, sino, por el contrario,
la Juventud Comunista Ibérica defensora de la independencia y el comunismo para
todos los pueblos oprimidos.
Resulta
sintomático que organizaciones que supuestamente defienden el “derecho de
autodeterminación” hagan homenajes a organizaciones que tanto en la teoría como
en la praxis, se opusieron a ello. Organizaciones que luchaban por “la defensa de la patria y la unidad de todos
los jóvenes españoles”. Para los CJC, el reformismo y el españolismo son “ejemplos de unidad” y realizan
llamamientos al resto de organizaciones “comunistas”
a “recuperar la senda que comenzaron las JSU hace 75 años”. (1) Queda todo
dicho cuando vemos qué referentes tienen organizaciones como los CJC, y hemos
de dejar claro que en Andalucía, luchar por la recuperación de nuestra
Soberanía Nacional y la Revolución Socialista, no es añadir el adjetivo
“andaluz” a campañas estatales. A cambiar nomenclaturas órganicas, porque son
muestras de la incapacidad de esas organizaciones de romper con el españolismo
militante del que hacen gala. Mientras que una organización no analice, se
organice, y luche en torno a las fronteras naturales e históricas del Pueblo
Trabajador Andaluz, no dejará de ser una sucursal española en Andalucía. Se
limitará a agregar el adjetivo “andaluz” a sus campañas pero, más allá de lo
superficial, seguirá siendo una organización españolista legitimadora del
sistema de esclavitud capitalista y del Estado Imperialista Español.
Cristóbal García Vílchez
Notas: (1) Documento de los CJC
homenajeando a las JSU en su 75º aniversario
(2) Término utilizado por organizaciones como el POUM
para referirse a la llamada por la historiografía españolista “Guerra Civil”.
(3) “Sobre el internacionalismo proletario” V.I
“Lenin”.
(4) “Tres años de lucha” José Díaz.